martes, 26 de marzo de 2013

 El castaño de Indias y sus frutos
Antonio Jiménez Peña


Desde hace quizás demasiado tiempo, vengo consumiendo de manera habitual una pastilla cuyo principio activo es el lorazepam. La tomo para poder dormir, si bien me han dicho los médicos que este medicamento no es un somnífero sino un ansiolítico. En este caso sirve para relajarme y así poder hilvanar el sueño.

Hoy es jueves y he quedado con mi colega Ibiricu para ir a andar, o mejor dicho, pasear a paso ligero. Ambos estamos muy usados y las piernas no dan para más. Hemos quedado a las diez en el parque de la Florida, frente al parlamento Vasco y pensamos ir por el paseo de la Senda, hasta las once o hasta que nos aguante el cuerpo, si nos encontramos animamos.

Estamos en otoño y de cara al invierno, si bien no han empezado las heladas. Pero por las mañanas hace frío hasta que no sale el sol. Hay además niebla cerrada y se le une la humedad reinante. Por ello, y por instinto, me he subido las solapas de la parca para abrigarme bien el cuello y…— ¡el cabrón de Ibiricu que no llega!— ¿Se habrá puesto enfermo? No creo, ya que de ser así me hubiese avisado por teléfono.
— ¡Buenos días, Andoni! Te estoy esperando desde hace rato, pero con la niebla no te había visto—Dijo burlándose, mi colega.
— ¡No seas tan cachondo! ¿No me has visto a cinco metros? Eres un informal con los horarios y una vez más llegas tarde. Como siempre…, contigo esto no tiene arreglo—Le espeté muy cabreado.
— ¡Bueno hombre que no es para tanto! Está dentro del plazode cortesía Discúlpeme su señoría—Dijo Ibiricu. —Déjate de gilipolleces y vamos a andar, que me he quedado helado ¿Qué traes en esa talega, no será el almuerzo? — Le pregunté, con sorna.
— ¡Qué más quisiéramos! La Edelmira me ha encargado que la coja castañas—Así que hoy tenemos trabajo. —Si, el de cogerlas luego en el mercado—Contesté.
—No hay que comprar nada, son éstas las que están aquí por los suelos, las de esos castaños de Indias. Hoy con el frío se habrán caído muchas y haremos la cosecha en un momento. Nos calentaremos bien los dedos—Comentó mi amigo, riendo.
—Si, para mi reuma lo mejor ¿Y para qué carajo quiere las castañas?—Le pregunté.
—Te lo contaré luego en el almuerzo. Ahora vámonos a andar porque nos quedamos tiesos. A la vuelta las cogeremos porque pesan—Me dijo Ibiricu.
Subieron por la Senda arriba y pasada La Lendakaricha Enea, se detuvieron un momento. Habían marchado a más ritmo del debido y pronto se quedaron sin resuello. La perspectiva del paseo de la Senda era muy bella. Ahora que ya está saliendo el sol y ha levantando la niebla puede divisarse, casi hasta la Florida, hasta el puente metálico del ferrocarril. El paseo está arbolado en los dos extremos por grandes ejemplares de castaños de Indias de treinta o cuarenta metros de altura. Enfrente de la clínica Álava, se dieron la vuelta y un poco antes de llagar a la cafetería Senda, donde solían almorzar, hicieron la cosecha de castañas. Había tantas que rápidamente cogieron tres o cuatro kilos, de las más grandes. Están muy hermosas y sanas, de un color castaño brillante.
Pidieron el desayuno: Andoni un café con leche y un bollo suizo, e Ibiricu unos huevos con chorizo y un vaso—palmero— de vino tinto. Es como veneno para su colesterol, pero dice que un día tiene el obrero y que hoy toca hacer un pecadillo. Y de improviso le preguntó:
—Dada tu sabiduría me parece excusado preguntarte si sabes el nombre latino del castaño de Indias—Me dijo Ibiricu, irónicamente.
—Sabes muy bien que yo de latinajos nada—Le contesté.
—Pues ya es hora de aprender. Debes saber que su nombre es aesculus hippocastanum. Aesculus quiere decir encina e hippocastanum, castaña de caballo. Antiguamente se lo daban a los animales como alimento—Me dijo el colega, muy circunspecto.
—Se los darían pero no se los comerían. Con el tanino, amargan como rayos—No hay animal que se los coma, me parece.
—Hay que endulzarlas como se hace con los altramuces— ¡Listo
que eres un listo! —
—Bueno déjate de coñas y dime para qué las quiere Edelmira. Eso es lo que me interesa—Le dije.
—Para la carcoma. No le gusta el olor de la naftalina y un puñado de castañas en cada armario hace el mismo efecto. Me aclaró por fin. Además has de saber que valen para otras cosas. Para dormir bien pongo como ejemplo—Sentenció Ibiricu.
— ¡Y un cuco que te cante! Dime pues ¿Cómo es eso? No sé si puedo creérmelo—Contesté.
—Tiene un fácil remedio llévate un puñado y haz la prueba— ¡Y a dormir como un cesto!
Sin más temas terminamos el almuerzo y “cada cual con su cada cuala”, o sea, a nuestras respectivas casas. Y sin demora me puse manos a la obra. Metí media docena de castañas en una pequeña bolsa de redecilla, de las usadas para perfumar los aseos y la puse bajo la almohada tal y como me indicó mi amigo Ibiricu. Así dormí una semana e intenté averiguar si las castañas surtían efecto. La verdad es que creí había dormido más relajado y con mayor profundidad. Y me animé por ello. A la semana siguiente decidí tomar media pastilla de ansiolítico y aunque tardé algo más en coger el sueño, una vez que me quedé dormido lo hice bien: relajado y tranquilo.
La verdad es que el invento funciona. Así que decidí insistir en ello. La siguiente semana he partido la pastilla en otra mitad, o sea que ahora estoy tomando, solamente, 0,25 miligramos. Estuve pensando mantenerme con esta medicación una semana más y luego quitar del todo el medicamento. Así lo hice y me salió muy bien.
Aún no podía creérmelo y como cada vez estaba más intrigado comencé una investigación, sobre el castaño de Indias y de sus frutos, las castañas dormilonas. Y encontré que sus tres componentes principales son las saponinas, los taninos y los flavonoides. Rechacé los dos primeros, por no hallar relación alguna con el tema, pero no fue así los flavonoides.
Encontré en varios lugares la indicación de que eran muy buenos para tratar varices, flebitis y varios problemas vasculares. Yo padezco mucho de artritis y la hinchazón de las articulaciones, de mis manos sobre todo, hace que se hinchen los vasos sanguíneos, a veces siento dolores y siempre muchas molestias. Siendo así, las castañas me están relajando y consiguen el mismo efecto que el ansiolítico.
Si éste no fuese el motivo, no encuentro otra explicación que no sea la existencia de otro principio activo, por ahora desconocido, o bien el llamado efecto placebo.
Y ésta es la cuestión.
Vitoria 21 de octubre de 2.011

Manolas, peinetas y mantillas
 


  
Llega Semana Santa y entre los capirotes avistamos las tejas y mantillas de las manolas procesionales. La Misa de Entronización del Papa también nos dejó las imágenes de testas coronadas con mantilla. Doña Letizia, una vez más, se quedó por debajo de sus posibilidades. Una Princesa de Asturias en Roma debería haberse dejado ver de otra manera. Esas medias claras que llevaba, esa mantillita de nada, ese vestido, traje o lo que fuera… Cuando la mantilla se impone hay que lucirla a cuerpo gentil: la protagonista es la mantilla, faltaría más. Pero que la mantilla sea la protagonista no obliga a vestirse ranciamente, como lo hace nuestra princesa. Y es que la tradición es la tradición y esto significa que si lo rancio no va, lo fashion queda abolido.

Seguidamente pasaré a remontarme a su uso y me explicaré mejor. La tradición de la mantilla en España podría catalogarse como de remota, puesto que las damas ibéricas ya la usaban. Eso he leído por ahí, pero yo no me atrevería a datarla tan atrás; una cosa es un manto fino y otra cosa es la mantilla. Sin embargo fue Carlos III quien la rescató en Nápoles y la volvió a poner de moda en la corte española. Hay que reconocer que la mantilla negra no favorece a casi ninguna mujer. El color negro resta mucha luz al rostro, exige un maquillaje especial y ante todo hay que ser guapa para que favorezca; también es determinante el factor juventud. Otro requisito indispensable para lucir bien la mantilla es ser española; las extranjeras nunca le dan gracia a la mantilla, ni siquiera Grace Kelly o la Jacquie Kennedy en toda su elegancia supieron lucirla como es debido. Y es que las españolas tenemos gracia y donaire para lucir esta prendas. Sin embargo cuando una mujer se cubre con mantilla, debe hacerlo reglamentariamente y con buen gusto. Y ahora viene el ejemplo de no lucimiento por excelencia de la mantilla española. En este punto siento decir que nuestra Reina Doña Sofía nos ha hecho un flaco un servicio. Nuestra Reina incumple todas las normas de buen gusto y lucimiento de la mantilla española; es de todo punto peripatético lucir una teja y mantilla con media melena. Viéndola así, cuántas veces me he dicho: ¡Qué pena de cabeza! Si una mujer no se ve favorecida con el pelo recogido y tirante, mejor dejar la mantilla en el  cajón y optar por otra modalidad. Por otra parte hay que elegir colores para los vestidos que van con mantilla, digo colores: los colorines y colorachos no son elegantes.

Protocolo del vestido de la manola elegante y reglamentaria. Ir reglamentariamente significa llevar el pelo recogido sin flequillos, sin greñas ni guedejas, lucir una teja con arreglo a la estatura y prenderse la mantilla con gracia. Ir reglamentariamente significa enfundarse en un vestido negro de manga francesa con un largo hasta la media pierna, el cuello debe ser barco o a caja; en este punto absténganse los escotazos y exhibiciones del canalillo. Ir reglamentariamente significa llevar medias color humo o como decían antiguamente, misterio; el zapato debe ser escotado y de medio tacón, en este punto conviene no subirse a andamios y plataformas, tampoco se admite el zapato destalonado. Para ir elegante, además, se precisa el uso de guantes blancos, un pasador de aguja con brillantes para recoger la mantilla en la nuca, en defecto de una joya de familia también sirve uno de estrás. De ir con moño o postizo, conviene que no sea abultado, resultaría totalmente antiestético. Una flor tampoco va mal al vestido, le da un punto de luz. Dependiendo de modas y ceremonias, una flor discreta en la cabeza también puede dar un toque de distinción. Este punto lo domina divinamente la Duquesa de Alba, también la de Feria. Un detalle goyesco con gracia también le daría su punto. En cuestión de prendidos y tocados es conveniente asesorarse; estos detalles usados con acierto resultan elegantes, de lo contario puede resultar ridículo.
Pero no sólo lucen la mantilla las manolas en las procesiones de Semana Santa, también se lucen en las bodas y en los toros. Ahí el protocolo se puede hacer algo más flexible, pero tanto el color de la mantilla como el del vestido tienen que ir a tono. Voy a dar una opinión estrictamente personal. La mantilla es apropiada e ideal para las mujeres dotadas por la Naturaleza de una belleza meridional fresca y lozana, me estoy remitiendo a los cuadros pintados por Julio Romero de Torres; su canción lo expresa muy bien. Por eso, vuelvo a lo mismo, las extranjeras nunca dignificaron nuestra mantilla. No hay nada más ridículo que la cabeza de una americana pinchada con una teja y una mantilla, son cabezas estáticas, sin naturalidad; y una cabeza cubierta con blonda o chantilly debe estar erguida pero sin perder la gracia natural. Y cuando se dice gracia, se está hablando de la mujer española.
Una vez más quiero dar mi agradecimiento a la familia Roche por dejarme las fotografías de su archivo familiar. Como ya he comentado en alguna otra ocasión, las mujeres de esta familia son un modelo a seguir a la hora de elegir y saber vestirse para las solemnidades religiosas.

viernes, 22 de marzo de 2013

MIÉRCOLES DE CINE

Por María Jesús Mayoral Roche



Género: Comedia .
Director: Josh Radnor
Intérpretes: Allison Janney, Elizabeth Olsen, Elizabeth Reaser, John Magaro, Josh Radnor, Kate Burton, Kristen Bush, Richard Jenkins, Robert Desiderio y Zac Efron.
Nacionalidad y año de producción: EE.UU., 2012
Duración: 97 min.
Fecha de estreno: 15 / 03 / 2013.
Productora: Strategic Motion Ventures.
Guionista: Josh Radnor.
Fotografía. Seamus Tierney.
Distribuidora: Avalon Productions.
Música: Ben Toth.
El miércoles al cine. Amor y Letras. Yo añadiría a este título “a la americana”, que a la americana no es lo mismo que a la europea. Con esto quiero decir que es una cinta en la que no le faltan tintes horteras y diálogos pretenciosos que se quedan en superfluos. Esta historieta romántica entre un treintañero y una adolescente tiene cierto encanto; pero podría haber trascendido mucho más con unos buenos diálogos. Tanto la relación como la diferencia generacional de la pareja dan lugar a varias reflexiones. Y es que la edad no siempre va unida a la madurez de la persona, a esto contribuye la inteligencia emocional.
El protagonista es un hombre de treinta y tantos años que ama la literatura inglesa; aunque después de su graduación universitaria se queda en un simple administrativo, trabajo que aborrece. Tal es la pasión que siente por la lectura que su vida se centra en torno a ella, dejando a un lado su vida personal; abandonado por su novia y reclamado por un antiguo profesor para su homenaje de jubilación, su vida cambia. La causante es una adolescente que le saca de su mundo de libros y literatura; una adolescente a la moda Indie con una personalidad definida, madura. Y como nuestro héroe en este punto y en esta relación se siente perdido y hasta confuso, nada peor que dejarse llevar por las circunstancias. En ese dejarse llevar entra lo que yo llamo el polvo resolutivo de las películas americanas, esa noche loca que resuelve y clarifica todo. Al día siguiente todo se ve de otra manera.
En Amor y Letras también se dan cita esos personajes que deambulan a lo largo de la película para poner un punto metafísico creador y por contra el de un espíritu destructor; esto debería servir para reflexionar, pero en mi opinión quedan algo superfluos. Finalmente nuestro protagonista toma la riendas de su existencia, más sereno, sus sentimientos y su pasión por la literatura se hacen compatibles en la vida real.  
Amor y Letras nos pone sobre la mesa el debate entre la verdadera literatura y los libros superventas -faltos de contenido- que tanto furor causan entre los adolescentes y que lejos de instruir les adocena. En este punto nuestro hombre no da la talla, perdiendo la batalla dialéctica con la adolescente. Sorprende que no sepa dar argumentos contundentes, que se deje machacar por los de una jovencita que se defiende con el clásico discurso de la globalización: lo han leído millones de personas y les ha hecho feliz su lectura. Amor y Letras es una película en la que apenas pasa nada, quizá por eso los diálogos deberían haber jugado un papel decisivo.
Elegí esta película porque al leer la sinopsis me sentí atraída por el argumento. Reconozco que me como el tarro con la buena literatura, que me enfrasco en la lectura y que a veces me olvido de la realidad alcanzando el grado máximo de felicidad. Prefiero eso a leer las estupideces que cuentan algunos sobre la marcha, que ni siquiera están bien escritas y que lejos de instruir, manipulan e idiotizan. Por otra parte esta semana tampoco tuve opción a ver otras películas, me refiero a esos estrenos interesantes con sesiones en los Cines Aragonia. Desconozco la política y filosofía de esta empresa; pero no estoy por la labor de recorrerme media Zaragoza para ir a ver una película. No entiendo por qué esas películas con buena crítica no las exhiben en los Cines Palafox.

martes, 19 de marzo de 2013

LOS CASTAÑOS DE INDIAS
María Jesús Mayoral Roche

        
Los días nebulosos y fríos fueron cediendo el paso a los claros y algo más templados. Por las tardes, la madre de Almudena venía con el cochecito inglés donde por lo general dormía Fernandito, el hermanito de Almudena. Un día Almudena le metió el dedo en el ojo, el chiquitajo dio un gemido terrible. Al ver la acción la madre, le soltó un bofetón que le encogió la cara.
            En vísperas de Semana Santa nos proyectaban una película sobre la Pasión y Muerte de Jesucristo, todos los años era la misma; aunque nos la sabíamos de memoria, siempre salíamos lloriqueando del viejo salón de proyección.
            Las vacaciones de Semana Santa las pasaba con mis padres en el pueblo, acudíamos a todos los actos religiosos. Mi madre era mi sombra, le costó mucho acostumbrarse a mi ausencia durante el curso escolar. La decisión que tomó mi padre de enviarme a Zaragoza para recibir una buena educación en un colegio de monjas, la aceptó de muy mal grado. Mi madre tenía un genio endemoniado, que mi padre entendía bien. De niña la quise con un cariño ciego; pero no hay padre ni madre que escape del juicio de sus hijos cuando éstos son adolescentes, ella no fue una excepción. Su pelo castaño y sus ojos color avellana adornaban una piel blanca y tersa, que resaltaba las finas facciones de su rostro; era como la imagen del Sagrado Corazón de María que había en la habitación que yo llamaba de los olores. Nuestras relaciones fueron buenas hasta que murió mi padre.
            Llegó la primavera. Las robinias y los castaños de Indias del Paseo se revistieron de hojas y se engalanaron con sus floreados racimos blancos. Un sol altivo y joven estrellaba su luz sobre las copas de los árboles cubriendo el suelo de doradas sombras. Recuerdo que nos sentábamos en los alcorques de las robinias para comernos las florecillas dulzonas que caían de sus racimos.
            El final de curso se aproximaba, Almudena y yo éramos unas alumnas aplicadas; la madre superiora nos concedió el diploma de Matrícula de Honor. Mis tíos me llevaron al pueblo para pasar las vacaciones estivales con mis padres. Creo que ya no existen días como aquellos.
            Cuando me levantaba por las mañanas me gustaba corretear por toda la casa, bajar las escaleras descalza y esconderme. Desayunaba a regañadientes porque mi madre no sabía la canción del "Reloj" ni la historia de los soldaditos. A las doce salía al jardín a jugar. Aquel jardín era el centro de reunión del cura, el veterinario, el boticario, mi abuelo y algunas veces, cuando le dejaban libre sus tierras y sus papeles, les acompañaba mi padre. Sentados en un banco de piedra a la sombra de los emparrados charlaban de temas relativos al campo y la ganadería. El cura y el veterinario acababan siempre discutiendo. María cuando veía que la conversación subía de tono les sacaba un porrón de vino y un poco de queso. En cuanto se descuidaba mi abuelo me escapaba corriendo hasta los gallineros, me gustaba asustar a las gallinas para que éstas revoloteasen y cacarearan escandalosamente. 
            Los domingos, mi madre me ponía el vestido de brillantina con jaretas, los zapatos de charol y los calcetines de perlé para ir a misa; nos sentábamos en los primeros bancos. Mosén Eladio revestido con su mejor casulla celebraba mirando al altar, de espaldas a sus fieles; sus sermones encandilaban a aquellas sencillas gentes. A veces aprovechaba la ocasión que le brindaban sus pláticas para dedicarle alguna que otra indirecta a don Jaime. 
            Si la mañana del domingo era fresca, solíamos acercarnos hasta el molino de mis tías. El molino quedaba algo apartado del pueblo; envuelto por viejos y enormes pinos piñoneros, se dejaba divisar en la claridad del horizonte: era como una isla ahíta de variados árboles en mitad de un océano verde y siena. Rodeaban la fachada de la casa numerosas macetas cuajadas de flores multicolores y jardineras de espesas y olorosas clavellinas abrazadas a sus rodrigones. Junto al postigo un sauce llorón cobijaba y daba sombra a begonias de varias especies, petunias, pensamientos y calas. La claridad de un sol estival se asentaba sobre las corolas de las flores, entre las que se posaban y revoloteaban mariposas blancas. Mis tías y un perrito ratonero salían a nuestro encuentro. Mientras León ladraba sin cesar, mis tías nos colmaban de besos y abrazos. Al cargo de la molienda estaba un criado, un pequeño hombre canoso de ojos azules con los lagrimales muy sonrosados, que siempre iba fumando maltrechos cigarrillos de picadura.
            Mi padre me llevaba hasta la sala donde molían el grano, enseguida notaba el cosquilleo de las partículas de harina que flotaban en el aire. Todos gritábamos mucho debido al ruido de la maquinaria del molino y al sordo rumor que producía el salto del agua. Mi padre me asomaba a una enorme ventana, bajo ésta se encontraba el arco central por donde el agua estallaba con más fuerza formando un intenso remolino de espuma blanca. Olía a tierra y piedra mojada.
            Poco a poco, el agua se iba remansando y tomando su cauce alejándose parsimoniosamente. A ambas orillas de la ancha acequia, como aladares se desmelenaban los sauces meciendo sus ramas sobre el agua, ocultándola de los rayos de un potente sol que se filtraban a través de las hojas salpicándola de destellos. La oscuridad de la sala donde molían el grano contrastaba con la claridad del paisaje que ofrecía el ventanal. Por un postigo salíamos a la chopera que había detrás de la casa junto a una almenara. La húmeda y perenne hojarasca de aquella arboleda almohadillaba nuestros pasos acompañados por el murmullo del agua y el canto de jilgueros y cardelinas. Cruzábamos las acequias, que rodeaban la casa, a través de maltrechos puentes de estacas. Los cartujos de Aula Dei que conocían tan nemoroso lugar, enviaban a sus novicios a esta chopera para meditar y hacer oración. Este bucólico lugar tras una tormenta de verano era intenso y  fragante por el olor a las madreselvas.
            Fui ajena en mi infancia a cuanto me rodeaba, la felicidad del instante te aleja de todo. Los amargos años de incertidumbre me llevarían más tarde a reconocer la felicidad de la infancia. Los castaños de Indias son para mí como la magdalena para Proust: la vuelta al pasado.

Fragmento de mi novela Los Castaños de Indias (edición agotada).

miércoles, 13 de marzo de 2013

POSTALES CON RECUERDOS
Por María Jesús Mayoral Roche

Favignana
 

Desembarcamos en Favignana, la isla de las Egadas dedicada al atún; el día era claro y el mar de un azul intensísimo estaba en calma. En el mismo puerto, Elio se puso muy serio y convocó al grupo para contarnos la “tonnara” (pesca del atún rojo). Me gustaría relatarlo como lo hizo él, con esa carga sentimental y ancestral que ponen los sicilianos a la hora de hablar de sus tradiciones.
La palabra “mattanza” sólo es utilizada en italiano cuando se refiere a la “tonnara”, concretamente a la matanza del atún. La pesca del atún rojo en Sicilia es un rito sacro y presenciarlo debe ser tan imponente como cruel. En alta mar diferentes tipos de embarcaciones preparan una trampa, una especie de laberinto hecho con finas mallas  por el que entran los atunes hasta llegar a la llamada sala de la muerte: un gran cuadrado forrado con redes donde arponean al atún. El Rais, palabra árabe con la que designan al que gobierna la pesca, cuando lo estima oportuno se quita la barretina y con un gesto ordena silencio. Los pescadores cesan los cánticos que acompañan al ritual, se miran entre ellos, callan y sólo se escuchan las olas batiendo las embarcaciones. En ese instante casi épico y silente, las barcas cercan la sala de la muerte aproximándose al palo de San Pedro: una cruz que porta El Rais; en ese momento éste entona una oración dejando todo en manos de Dios y la Naturaleza. El silencio vuelve a adueñarse del mar y del cielo en espera de que El Rais dé la señal de inicio: un silbido, un gesto y comienza la matanza de los atunes.
Escuchando a Elio, intento imaginarme ese momento silente, esa oración plañidera, la seriedad de los arponeros y la batalla campal entre los atunes saltando y retorciéndose mientras los atuneros clavan con fuerza el arpón una y otra vez; en cuestión de minutos ese mar plateado de espuma y escamas hierve en sangre. En medio de las aguas sanguinolentas El Rais emite un silbido y hace una señal con el brazo: la “mattanza del tonno” ha terminado. Este es el breve relato de un rito secular, semejante a un ritual de la antigüedad encabezado por un gran sacerdote.

Foto.- Antigua Tonnara de los Florio, una fábrica dedicada a la conseva del atún. Hoy en día es un centro destinado a actividades turísticas y culturales.

sábado, 9 de marzo de 2013

MIÉRCOLES DE CINE

Por María Jesús Mayoral Roche



Género: Drama .
Director: Nikolaj Arcel
Intérpretes: Alicia Vikander, Bent Mejding, Cyron Melville, David Dencik, Harriet Walter, Laura Bro, Mads Mikkelsen, Mikkel Boe Følsgaard, Thomas W. Gabrielsson y Trine Dyrholm.
Nacionalidad y año de producción: Dinamarca, 2012
Duración: 137 min.
Fecha de estreno: 01 / 03 / 2013.
Productora: Zentropa Entertaiments13, DR TV.
Guionista: Nikolaj Arcel.
Fotografía. Rasmus Videbæk.
Distribuidora: Golem.
Música: Cyrille Aufort, Gabriel Yared.

El miércoles al cine. Un Asunto Real. Película candidata al Oscar como Mejor Film Extranjero. En esto de los premios los jurados no siempre andan acertados y se quedó en solo candidata. No obstante consiguió el Oso de Plata del Festival de cine de Berlín en la categoría de Mejor Guión. Lo cierto es que escoger la época de la Ilustración como escenario y a los miembros de una monarquía europea como actores protagonistas de la historia, hace que el éxito de una película pueda estar garantizado de antemano. Y es que el final del siglo XVIII es rico en vestuario y en edificios, basta cualquier palacio de la época para tener  un inmejorable decorado de fondo.
Un Asunto Real es la historia de la monarquía danesa en tiempos de la Ilustración. Hay mucha historia y muchas historias sobre las monarquías europeas en tiempos de la Ilustración, la más relevante por supuesto fue la francesa; de hecho Francia es la cuna de las ideas ilustradas,  la inventora de la guillotina y sus víctimas fueron y son las más populares. Víctimas, dicho sea de paso, de sí mismas; reyes extravagantes, perturbados, abúlicos, que más que gobernar vivían una vida de lujo y vicios dejando el poder en manos de una nobleza desaprensiva. Esto es lo que vino a pasar también en Dinamarca: un rey loco, una reina con inquietudes y un médico Ilustrado. Un trío que se hace con el poder gracias al apoyo de unos nobles embebidos de las ideas de Voltaire, que pretendían cambiar el orden social establecido. Pero las ideas por lo general suelen ser incompatibles con la realidad y con los intereses y al final siempre es necesario un sacrificio humano: una víctima que muere a mano de los mismos que lo habían elegido.
Un Asunto Real es una película que obedece a un guión exquisito y a una puesta en escena impecable, contando además con un magnífico elenco de actores; por todo esto se hace más que merecedora de ser vista. Un Asunto Real por su presentación y atmósfera puede inducirnos a pensar en una historieta romántica y bien vestida; sin embargo está basada en la historia, una historia para nosotros algo lejana como lo pueda ser la corte danesa del siglo XVIII.                                           

jueves, 7 de marzo de 2013

  
Un Banco Bueno

Antonio Jiménez Peña 


No creo en absoluto en el proyecto de creación de un banco malo, con la disculpa de que así habría crédito tanto para las familias como para las empresas.
— ¿Para qué lo queremos, Don Luis? Para poner allí todos los activos tóxicos que tienen los bancos y sanearlos—Dice.
— ¿Y quién pagará esa fiesta?—Nos preguntamos, casi todos. 
—Lo pagaremos a escote, porque este problema nos afecta a todos por igual—Afirma el bueno de Don Luis, muy seguro.
—O sea que nos dice que las pérdidas nos afectan a todos por igual, luego socializamos las pérdidas ¿Y qué ocurrió con las ganancias, cuando las hubo? Preguntamos—esta vez—, todos.
—Repartirlas entre los accionistas.
—A nosotros no nos dieron nada ¿Por qué dice usted ahora que hemos de pagar a escote?—No llegamos a entenderlo bien—Dijimos.
—Ahora estamos en un caso de emergencia nacional, causada por una crisis económica mundial y no es culpa de ellos—Dijo nuestro amigo, economista. 
—Si los bancos están ahora sin dinero, qué es los que han hecho con él. ¿Cómo es que lo han perdido todo en el último año? En la última década sus balances han arrojado grandes beneficios, que como ha dicho, han repartido entre sus accionistas. Me pregunto cómo es posible que haya ocurrido esto, de hoy para mañana. 
—No ha sido así, ya venía ocurriendo desde que el sector inmobiliario comenzó a deteriorarse. Fallaron las ventas de pisos y las C. inmobiliarias no cumplieron sus compromisos de pago con los bancos. Éstos se vieron obligados a cambiar capital por terrenos e inmuebles, que cada vez tenían un valor menor en el mercado. Por tanto esos activos estaban hinchados y su valor real era mucho menor que el asentado. Al mismo tiempo y como consecuencia de la falta de trabajo, muchos clientes han dejado de cumplir con el compromiso de pago de hipotecas y la morosidad ha aumentado exponencialmente. Más pisos vacíos y menos dinero circulante para la gente y la desolación y la ruina para muchas familias. Pienso que eso es lo que ha pasado
—Bien. Pero, ¿por qué la banca no actualizó el valor de sus activos, en lugar de dar tantos beneficios? ¿Acaso han hinchado sus balances? —Le pregunté
—De no hacerlo así los accionistas habrían huido en tropel y la descapitalización hubiese sido segura. Los bancos no hubieran podido seguir comprando Deuda Pública y quizás el propio Estado se hubiese visto en un gran aprieto-Creo.
Entonces pienso que ante la grave situación, la solución pudiera ser crear un Banco Bueno. En él se depositaría todo ese dinero que hemos de dar a los malos, para que se saneen y todo el capital de los pequeños ahorradores, que en estos momentos corre el riesgo de ser saqueado. Aquí estaría seguro, puesto que tendría la garantía del Estado. Por otra parte sería el banco que tomaría el dinero del BC europeo, a un interés muy bajo que luego emplearía en la compra de la deuda pública del Gobierno de España. El diferencial de intereses puede ser de un punto y medio porcentual que aplicado a 200.000.000 millones de euros arroja la cifra de más de 3.000 millones de euros de ahorro; por ejemplo.
— ¿Y como funcionaría este banco? 
— Como lo hacían las antiguas Cajas de Ahorro. Crédito para las pequeñas empresas y para las familias y sobre todo intervenir para demorar el pago de las hipotecas de viviendas habitadas por familias con riesgo de embargo, incluso rebajando los intereses.
    ¿Como si fuese una ONG?
— No. No sería justo. Solo actuaría en aquellos casos en que el rescate fuese posible. No se podría poner en riesgo la viabilidad del banco, y no hay que regalar nada.
— ¿Y si se puede hacer, por qué no se hace?
— Dicen que sería como hacer trampas en el solitario.
Puede ser pero también las están haciendo con los bancos actuales. Así no ganarían los de siempre, además los políticos no intervendrán en él, y sus directivos tendrán unos sueldos menos abusivos.
           
Escrito en Vitoria  el 27 de febrero de 2.012