sábado, 26 de octubre de 2013


Un recuerdo para las víctimas

María Jesús Mayoral Roche

 

          Mi tío llevaba una carrera fulgurante, ascendió a General de División. Una fría mañana de diciembre de 1983, cuando mi tío, como todos los días, se dirigía para tomar su coche oficial; un terrorista le quitó la vida de un tiro en la nuca. Me encontraba sola en casa cuando el teléfono sonó de forma intempestiva, una vecina de mi tía llorando y casi sin poder hablar dejó escapar la palabra atentado, avisándome así de lo sucedido. Salí a la calle aturdida, me temblaban las piernas y mi cuerpo sudaba a pesar del intenso frío matinal. Tomé un taxi que me llevó a toda velocidad hasta la calle Marqués de Urquijo, entre todo el revuelo encontré a mi tía Laura, que al verme se agarró a mi cuello con una mirada impotente y el rostro sesgado por las lágrimas. Llorando me abracé a ella, de su garganta salió un lamento estremecedor.
        - ¡Irene, nos ha tocado a nosotras!
        Tirado en el suelo, recostado en el untuoso charco de su sangre, salpicado por la viscosidad de la masa encefálica desalojada por el proyectil, con el rictus deforme de una muerte violenta y los ojos apretados por el tremendo dolor del impacto; se encontraba el cuerpo sin vida de mi tío. Su guerrera caqui y sus pasadores de condecoraciones manchados de sangre, resaltaba aún más lo patético de aquella imagen; ese había sido su delito, llevar dos espadas cruzadas con dos estrellas sobre sus hombros. Ver su cuerpo convertido en el despojo de una muerte ejecutada por un animal sin escrúpulos; me producía un vómito agrio, el corazón parecía reventar mi pecho y las sienes me estallaban. Mi tía y yo, nos postramos en el suelo fundidas en un abrazo lleno de amargo dolor.
        Durante dos días fuimos carne de cañón de la prensa y la televisión, mientras los asesinos celebraban su triunfo a la vez que vitoreaban: ¡Un cabrón menos!
        La capilla ardiente se instaló en el Cuartel General del Ejército y en su patio de armas se celebró el funeral. Mientras el automóvil camino de la capilla ardiente subía las sucesivas terrazas de los jardines y tomaba las cerradas curvas, unas bilis acres venían a mi boca tragándomelas instintivamente y mi cuerpo destemplado se resentía por el brusco movimiento del coche. Mi tía, cuando pasamos ante el desnudo árbol de los "Cien Escudos", se echó a llorar mientras decía:
        - No volverá a ver amarillear en otoño las hojas del Ginkgo.
        Aquel jardín invernal, de castaños de Indias, robinias, cedros, magnolios y acacias, nos pareció desolador, enrojecido y emborronado por unas lágrimas que no cesaban.
        No sé cómo pudimos resistir aquella terrible tragedia. Llegaron numerosas coronas de flores de los distintos regimientos y unidades militares de toda España. La entrada a hombros del féretro cubierto por la bandera española y su gorra, al mismo tiempo que sonaba la parsimoniosa música militar, nos estremeció a mi tía y a mí. El ataúd fue portado por Gonzalo, su hermano, su padre, el padre de Almudena y dos Suboficiales muy queridos de mi tío. El halcón había sido derribado vilmente y nunca más volvería a remontar su majestuoso vuelo. El enorme, gris y frío patio de armas del Cuartel General lleno de militares uniformados de los tres Ejércitos, amigos y conocidos de mi tío sobrecogió a los presentes ante todo el ceremonial militar.
        La representación del gobierno fue esperpéntica; un ministro de defensa que no sabía de protocolos militares y un ministro de interior que se había convertido en los últimos tiempos en el enterrador oficial. Toda una primera fila de personajes de opereta. Tuvimos que soportar, mi tía y yo, sus fingidas caras de condolencia. Colocaron la última condecoración sobre el féretro, se le rindieron honores, se echó tierra encima, condenaron enérgicamente, le subieron la pensión de viudedad a mi tía y se contabilizó una víctima más del terrorismo: ese es el final de los que caen.

 Fragmento de mi novela Los Castaños de Indias (Edición agotada).

jueves, 17 de octubre de 2013


Personajes  y  Personajetes

Por Cayo del Pulgar 

Esta sección tiene la finalidad de ver y comparar, también la de recordar a los que hacen o hicieron historia en cualquier actividad artística o política. Ya sé que hay nombres y apellidos que pasaron a los anales de la historia, que se encuentran fácilmente en la Wikipedia; pero, quieras que no, el paso del tiempo los va cubriendo con esa patina del olvido hasta reducirlos sólo a un recuerdo. Por eso conviene refrescar de vez en cuando la memoria.
 Cuando digo personajes me refiero a los que dan la talla y cuando me refiero a los personajetes, pues eso… a los que se quedan cortos. Estoy harto de que me hagan tragar a puro de promocionar en TV, redes sociales y otros medios a cantantes que no cantan, que sólo son guapos o hijos de gente influyente; y los promocionan tanto que llegan empachar, eso sí, acaban triunfando y los llaman artistas. Por eso hemos llegado al extremo de que los artistas verdaderos no triunfan, no les dejan y lo más triste es que los estamos perdiendo. Estoy convencido de que los medios de comunicación nos están idiotizando en favor de estos artistas, que lejos de ser profesionales son aficionados y que a puro de meterlos hasta en la sopa, de hacerlos sonar, acaban triunfando en el palco escénico; creo que los espectadores y el público en general debería ser más exigente. ¿O es que quizá el público de hoy en día es menos entendido? Y esto no sólo es un fenómeno musical, sino que ocurre en todas las facetas artísticas. Llegados a este punto, conviene mencionar a los que han vivido o se han valido de la subvención: aquí no hace falta arte ni promoción, sino un carné político o valerse del amiguismo.
No voy a cargar las tintas porque una imagen vale más que mil palabras, en este caso sería una audición. Y es que entre todos los instrumentos musicales el más precioso es la voz; porque la voz sale de la garganta y se canta con el sentimiento. La voz es un don, pero la formación y la técnica son indispensables a la hora de interpretar canciones tan bellas como complejas. Para hacer este estudio comparativo he elegido una sola canción, “El Guitarrico” y la escucharemos en tres voces e interpretaciones diferentes.
En esto del “bel canto” los ha habido únicos como Miguel Fleta,

  los ha habido geniales y perfectos como Alfredo Kraus

 
y están los osados que se atreven a hacer con una canción como ésta una interpretación  aseada y poco más.
 
Para gustos se hicieron los colores; pero conviene distinguir entre una actuación normalita y la interpretación de un verdadero artista. Si queremos apostar por el arte, debemos ser exigentes. No hace falta ser un entendido para valorar estas audiciones, sólo es cuestión de sensibilidad.
Debo decir que me impactó ver en TV la figura de Nacho del Río con el cartel anunciador de las fiestas del Pilar como telón de fondo; por cierto, un cartel que parece la portada del National Geographic. Esto es algo con lo que también tenemos que tragar: que el cartel anunciador de las Fiestas en Honor a Nuestra Sra. Del Pilar sea un león. No lo entiendo, vamos, que no le encuentro la lógica ni el hilo conductor. Aunque si al león le aplicamos la lógica, al año que viene lo mismo vemos en el cartel un siluro o un mejillón cebra, puestos ya…  

 

sábado, 12 de octubre de 2013


En el día del Pilar

María Jesús Mayoral Roche

 


        He enseñado a mis hijos a sentirse "Maños". Año tras año, hemos asistido a la ofrenda de flores a la Virgen del Pilar. ¡Cómo me gustaba atar la cabecica de Miguel con el cachirulo! A Beatriz le ponían nerviosa los flecos del mantón y con cuidado disimulo le gustaba levantar la falda para contemplar las puntillas con lazos rojos entre los pasacintas. Encontraba a mi hijo vestido de baturro envuelto en la varonía de la tierra, en el orgullo que confiere el traje aragonés. El Primer año que los llevé al pueblo con ocasión de las fiestas del Pilar, mi abuela y María volvieron a revivir las festividades pasadas. Las manos encallecidas de María se esmeraron en devolver a la ropa el apresto perdido tras los años en el armario.

          En el Paseo de Independencia nos uníamos al grupo de Villamayor de Gállego. Clarita llevaba a Beatriz de la mano y yo portaba en brazos a Miguel, que se enredaba una y otra vez entre los flecos de mi mantón, apenas podía con él y con el ramo de flores. Ya en la Plaza del Pilar, ante mi Virgen con el manto tejido en flores blancas, resaltando sobre él la cruz de Lorena en claveles rojos y con mis hijos agarrados de la mano, las lágrimas afloraban a mis ojos. Mi abuela y María esperaban nuestra vuelta y salían a recibirnos en cuanto oían el motor del coche. Mis hijos llegaban agotados tras la larga espera y hechos una facha; Miguel iba con el cachirulo en la mano, perdiendo los calzones y las medias de perlé enseñando sus blancas pantorrillas. Beatriz llevaba los flecos del mantón hechos un lío, el pequeño moño despeinado y para colmo había perdido uno de mis pendientes de baturra a los que tenía en gran aprecio, ya que los conservaba desde muy niña. Estoy orgullosa porque mis hijos se sienten maños por los cuatro costados.

          ¡Cuánto siento dejar solos a mis hijos! Sí, la historia vuelve a repetirse, parece recrearse cometiendo la misma falta. La muerte de mi padre cambió mi vida por completo, se desvanecieron los proyectos, se rompió la comprensión generacional. Aquella vida que fluía con naturalidad, sin penas, quedó sesgada y las sombras fantasmagóricas de las dudas, de las preguntas hasta entonces nunca formuladas se adueñaron de mi inconsciencia de adolescente. Se murió mi padre y me quedé sola ante una madre cuya peor enemiga era ella misma. Y ahora, mis hijos se quedan solos ante un padre inflexible e intransigente. ¿Qué va a ser de ellos? Me da miedo que mi muerte trastoque el futuro de mis hijos. Le he pedido a mi tía Laura que nunca les deje solos, que les ayude en su lucha contra la imposición de las ideas cuadriculadas de Gonzalo. No quiero que mi muerte acabé con sus esperanzas, con sus proyectos de adolescentes; porque cuando hay ilusión es cuando se es feliz.

 

De mi novela Los Castaños de Indias (Edición agotada).

domingo, 6 de octubre de 2013


 
Oficios a extinguir


Hay un programa de TV que ponen y reponen a menudo, titulado “Oficios Perdidos”. Esta serie que rescata los viejos oficios artesanales que con el paso del tiempo se han ido perdiendo, creo que deberían transformarla en una más destructiva y titularla Oficios a Extinguir. Lo cierto es que entre unos y otros, tarde o temprano, ciertos oficios van a ser declarados como trabajos a extinguir.
Creo que se estarán preguntando de qué estoy hablando y estoy en el deber de ser más claro. ¿Alguno se puede imaginar el oficio de jardinero como un oficio a extinguir? ¿No? Pues yo digo que los jardineros un día de estos, en este país, será una profesión perdida. A las pruebas me remito. Zaragoza, Ciudad Inmortal. ¿Cuántos jardines, parterres, setos y flores ven? Yo, en esta ciudad, cada día veo más cemento. Los jardines de las rotondas son piedrecitas blancas y negras, algo que no requiere trabajo ni mantenimiento, tan sólo sulfatar las hierbas de vez en cuando. Esto supone un gran ahorro en plantas y mano de obra. ¿No es una idea genial sustituir los jardines por piedras o cemento? Para echar más leña al fuego y justificarse más, el consorcio político zaragozano dirá que además esta modalidad supone un gran ahorro en agua, un bien escaso y necesario para el consumo. He llegado a oír que querían quitar los árboles de algunos Paseos. Otra idea genial, así se evitan la poda y en caso de desastre natural las indemnizaciones. Se riegan con el canal las flores de Zaragoza –eso dice la jota. Y dejarán de regarse porque no habrá flores.
He dicho antes que entre unos y otros algunos oficios acabarán extinguiéndose. Otra profesión que vislumbro que va a perderse de aquí a unos años es la de maquinista de tren, más, después del siniestro ocurrido en la curva de A Grandeira. Si dejamos a un hombre como responsable de cientos de vidas, si le pagamos un pastón por esta responsabilidad, si nos piden una tarifa exorbitante por un billete de tren y encima por una negligencia humana pierdes la vida; y si para colmo no es que la máquina falle, sino que falla el responsable humano, entonces… Puesto que la máquina no falla y las señales acústicas o luminosas tampoco, lo mejor será que en un futuro los trenes vayan solos con un conductor durmiendo, que será despertado únicamente para avisarle de que pulse un botón para detener el tren. En este caso del maquinista que se despistó ocasionando una tragedia ferroviaria de las que hacen historia, hay que reconocer que hizo un flaco servicio a esta profesión. Las grandes empresas y las aseguradoras no están por apechugar con indemnizaciones millonarias a las víctimas, además del destrozo de los vagones y los gastos de las labores de rescate junto con el restablecimiento de la línea. Y como tanto las máquinas como las señales no fallan, el que sobra es el maquinista. Un tren teledirigido será más seguro que un tren en manos de un presunto maquinista despistado.
Otro oficio tendente a la extinción es el de cartero: el correo electrónico prácticamente ha triunfado ya. ¿Qué necesidad hay de comprar un sobre, un sello y echar la carta a un buzón? A eso hay que añadirle el agravante de que la carta puede extraviarse…
Los funcionarios también van a ser otra especie a extinguir. En breve el ciudadano hará todo el papeleo desde su casa conectado a un ordenador. Esto será una maravilla porque nadie te dirá: Vuelva usted mañana.
Y aún quedan más profesiones que de aquí a unos años quedarán reducidas a nada: los empleados de banca. De hecho ya han empezado a reducir las plantillas, aunque hay que decir que por otros motivos: las fusiones. Y es que los cajeros automáticos funcionan bien e internet también, todo es cuestión de perfeccionar máquinas para recolectar dinero.
Y no termino aquí. Las cajeras de los supermercados. ¿Qué necesidad hay de pagar un sueldo a una cajera? Ninguna. El cliente pasa el código de barras de cada producto por un lector, introduce una tarjeta de crédito y luego enseña a la salida el justificante de que ha pagado.
Otra especie a extinguir y esta me parece un caso serio por aquello de la espiritualidad, es la de los curas: cada vez hay menos. Bueno, también es cierto que cada vez más hay menos feligreses. En cualquier caso siempre queda la misa por televisión o un CD. El único problema es la comunión y esto puede solucionarse dejando a un feligrés jubilado o prejubilado para ir a darla, previa cita.
Y cuanto estoy diciendo no me parece exagerado ni imposible, de hecho el paso del tiempo se ha llevado por delante un número considerable de profesiones: serenos, carboneros, luceros, estañadores, charlatanes, pieleros, afiladores, paveros, colchoneros, fogoneros, cesteros…
Otra especie a extinguir es la de los viticultores de mi pueblo, en esta entrada dejo retratados a estos dos haciendo vino para el consumo de casa. Lo de estos pobres es más duro: toda la vida pensando que el vino que hacían era el mejor del mundo y con un buqué que no le tiene envidia a cualquier Rioja, para que luego te venga diciendo cualquier ignorante, que no distingue un Don Simón de un vino del Somontano, que el vino que hacen ellos es imbebible.