EL ARTE DE NO AMAR
|
Galería de Arte Moderno (Palermo) |
Los padres debemos aprender de los hijos y en ello estoy. Hace un
mes mantuve con mi hija menor una conversación durísima. Los padres, también es
cierto, sentimos mayor debilidad por los hijos imbéciles y ésta me da
auténticos quebraderos de cabeza: no hay forma de centrarla. No triunfó mi plan
de emparejarla con el hijo de una amiga y la veo dando tumbos en la vida, y
como es tonta, presiento que caerá en manos de algún desaprensivo. Me preocupa,
me quita el sueño. El caso es que una tarde llegó a casa muy cabreada y me
contestó mal, amarga. Esto es algo que no consiento, por otra parte me pareció
extraño, ella suele estar de buen humor. Le pregunté directamente:
- ¿Te ha dado
plantón tu adorador de turno? -le dejé caer.
- Le he llamado para quedar el
sábado y me ha contestado que había quedado ya con sus amigotes para ver el
derbi Real Madrid-Barça -contestó rabiosa.
- A algunos
hombres les apasiona más el balompié que una mujer, cuestión de prioridades -le
respondí con ironía y ella estalló a continuación.
- ¡Estoy
harta! Los fines de semana siempre me pone excusas y se va con los amigos.
Yo me
callé y me la eché al bolsillo, es tonta sin remedio, dije entre mí. Sin dejar
el tema continué:
- En mi
vida he cogido el teléfono para llamar a un hombre, ni siquiera con una buena
excusa -apostillé con calma.
- Mamá, me
estás hablando de la prehistoria, las cosas han cambiado y eso ahora da igual.
Con parsimonia le hice reflexionar, pues de eso se trataba.
- Nunca
me molesté en llamar a ninguno, ni a pedir números de teléfonos, ni a incomodar
a deshora. Tampoco sufrí ni padecí por ninguno de ellos; si no me llamaban
tampoco perdía el tiempo. Si tu adorador prefiere salir con los amigos, está
claro que tú no le interesas demasiado. No os entiendo a las jóvenes de hoy en
día. Cuando yo tenía tu edad quedaba con mis amigas y nos contábamos fascinadas
y enamoradas nuestros primeros encuentros, las citas con nuestros galanes; eran
hombres que nos hacían soñar, que nos ponían el mundo a los pies. Por el
contrario, tú y tus amigas habláis únicamente de las putadas que os hacen y
encima volvéis a quedar con ellos para que os sigan toreando. No lo entiendo. Y
te digo en serio: un capullo nunca te sorprenderá, más bien te dejará amarga.
Un hombre es otra cosa, al menos en mi escala de valores.
Sabía que
mi discurso le estaba dañando y que iba a saltar. Con el rostro crispado y una
mirada iracunda, me respondió:
- No te
gustan mis amigos ni mis novietes, no hago nada bien, siempre estás tras mis
pasos. Este chico me gusta, me llama con frecuencia, viene a buscarme y me
llena, estoy bien con él, me divierte. Lo que pasa es que los amigos le tiran
muchísimo, le pueden. Inmadurez.
Sin inmutarme seguí a lo mío:
-No
estoy tras tus pasos, más bien me preocupas. Tus amigos ni me gustan ni me
disgustan. ¿Acaso crees que me gustan los maridos de tus hermanas? Hombres que
apestan a colonia, con un abdomen a cuadros y una cabeza exenta de contenido.
Es lo que hay, lo admito. También admito que cualquier día de estos vendrá
alguna de ellas a contarme que se separa. Pero ellos en su día las enamoraron,
yo las veía felices, radiantes... Pero a ti te veo amargada y te rodeas de...
no sé. ¿Tan mal está el panorama? En cuestión de hombres hay que saberse rodear
de los que dan la talla. No sólo en lo sentimental, también en cuestión de amigos,
incluso en el plano laboral. ¿Y tú...? No sé... es gente mediocre con la
que tratas. Un mediocre no aporta nada, es una carga, no toma iniciativas, no
es divertido, no tiene personalidad, no es generoso...¿Qué ves en un tipo
ramplón? Es cierto que abundan, pero ellos solos se apartan cuando se dan
cuenta de que no están a tu altura. Y es que en el fondo son tipos
acomplejados, afeminados, infantiles, donjuanes inmaduros que no se atreven con
una mujer que les supera.
Al oír mis palabras y el énfasis que puse en lo de amargada, se hundió en el
sillón. Yo me senté frente a ella y escuché sus quejas, se retorcía de rabia
- ¡No
hago nada bien y me rodeo de lo peor! Me aburres con tus sermones rancios y
desfasados, mamá. El romanticismo no se lleva, la vida hoy en día es otra cosa.
¡Tú y tus ñoñas historias de amor! Respeta mi vida, mis elecciones. No me
pongas en el camino a los hijitos de tus amigas para no extraviarme. ¡Quiero
ser libre, elegir mi destino! Quiero aprender de mis fracasos.
La interrumpí, era el
momento de estrellarla contra la realidad, noté que la soberbia se apoderaba de
mí y le dije altiva:
- Sí,
yo y mis rancios sermones, mis ñoñas historias de amor. Pues sepas que el día
que un hombre te diga que te quiere y que lo único que desea es estar a tu
lado, que se conforma sólo con eso, ese día serás una mujer completa. Y tal vez
te lo diga con deseo, llorando, suplicando, temblando; pero te lo dirá exento
de orgullo, desesperado porque no está dispuesto a perderte. Pues ese día té
habrás realizado como mujer, te sentirás en plenitud. ¿Y sabes otra cosa? Una
mujer no debería morirse sin vivir una situación como la que te cuento, que es
la de sentirse amada, deseada: ver a un hombre encendido de amor por ella. Y
está encendido porque tú le has hecho vibrar, ¿entiendes? Muchas y muchos se
van de este mundo sin vivir un momento así, por eso hay tanta y tanto amargado
circulando por ahí, gente resentida. Hay una cosa llamada pasión y hay que
vivirla, vivirla en plenitud. Y desde luego, está claro que ese momento de
gloria no te lo dará un hombre que prefiere el fútbol y los amigotes a estar
contigo, más, en los comienzos de una relación. Yo sólo aspiro y deseo para ti
un hombre que te quiera, hija mía.
Se levantó del
sillón como un rayo y me soltó con rabia:
- ¡Eres una
tocapelotas!
Estaba ya para salir como
una bala del salón cuando oyó mis palabras:
- ¡Por
cierto....!
Siempre que las
pronuncio cunde el pánico, el espanto, tiemblan los pilares de mi casa; estas
palabras anuncian un cataclismo y lo saben. Paralizada frente a la puerta y de
espaldas, escuchó mi pregunta:
- ¿Le has
preguntado a tu adorador si está casado?
Se volvió
encendida de rabia y me espetó:
-
¿Has investigado su vida, te has molestado en indagar sobre él?
Le respondí
con flema:
- No, no es
necesario molestarse en ello. Es cuestión de sentido común. Sólo queda contigo
en días laborables y horas de oficina: cañas, tapas, café y algún gintonic
suelto... Un hombre en condiciones, un conquistador nato, se estrena por todo
lo alto y te invita a cenar. Si tu galán te da puerta los fines de semana, es
por algo... Si no está casado... puede que tenga otra más formal para los fines
de semana. Como puedes comprobar soy una romántica con los pies en la tierra,
estoy en la realidad. Hay una cosa llamada sentido común y a ti te falta, por
eso me preocupas tanto, hija mía. No sufras ni pierdas el tiempo por un tipo
así de simple, raquítico.
- Eres
cruel. No sé cómo te aguanta papá, por tu posición, supongo.
Me levanté y con cinismo le respondí:
- Me
aguanta porque está enamorado de mí; condición indispensable para aguantarme,
desde luego. Tienes razón. Sólo él me entiende, comprende y me da cuanto
necesito; pero para que eso sea así cultivo mi carácter, que por cierto es lo
que más le subyuga: conmigo se muere de miedo y cuando no, de risa. Lo mismo
segrega endorfinas que suelta adrenalina, ya ves...
Lo que
debía haber sido una conversación de madre a hija acabó en una conversación de
mujer a mujer: mal hecho por mi parte. Sí, perdí los papeles y terminó todo en
una escena digna de una película de Almodóvar; una de esas escenas de mujeres
que el cineasta monta tan bien. Ahora nos hemos convertido, mi hija y yo, en antagonistas
y como sé que el sentido común no le funciona, se vengará de mí. Ahora me toca
esperar que se ponga a salir con un extracomunitario o como poco con un
perroflauta. Pero quizá tenga razón ella y sea mejor que aprenda de sus propios
fracasos. Pero se está metiendo en años y sigue siendo un pendón desorejado, me
da miedo dejarla a su suerte.
Le comenté a mi marido el episodio y sacudió la cabeza preocupado. Él me
da la razón pero me critica el método, me dice que me sale el ramalazo de aristocrática
soberbia cuando no consigo lo que quiero.
-
Kiketa, eres aristócrata en el sentido etimológico de la palabra, la mejor;
sabes ser muy persuasiva y te funciona casi siempre, pero cuando te falla se te
saltan los parámetros. A mí no me quedó otro remedio y tuve que ser fulminante
en mi conquista, me la jugué contigo y tienes razón en cuanto dices. Como
volabas y vuelas, decidí agarrarte del tobillo en pleno despegue: no estaba
dispuesto a perderte. No tenía nada que perder y todo a ganar, estaba loco por
ti y aún me dura. Pero nuestra hija tiene otra visión de las cosas y por mucho
que te empeñes... Hablaré con ella y le centraré las ideas, al menos por una
temporada. Con esta pequeña nuestra nos toca aprender y hacerla fuerte para que
afronte los golpes de la vida. Nuestro gran error con ella... ha sido
solucionarle todo.
Este fue
el discurso de mi marido y tiene razón, sé que le pondrá las pilas a nuestra
hija: algo que hace divinamente, con elegancia, como a mí me gusta. De vez en
cuando también me las pone a mí y lo hace tan bien, que me deja como una gata
muerta...