martes, 26 de marzo de 2013

 El castaño de Indias y sus frutos
Antonio Jiménez Peña


Desde hace quizás demasiado tiempo, vengo consumiendo de manera habitual una pastilla cuyo principio activo es el lorazepam. La tomo para poder dormir, si bien me han dicho los médicos que este medicamento no es un somnífero sino un ansiolítico. En este caso sirve para relajarme y así poder hilvanar el sueño.

Hoy es jueves y he quedado con mi colega Ibiricu para ir a andar, o mejor dicho, pasear a paso ligero. Ambos estamos muy usados y las piernas no dan para más. Hemos quedado a las diez en el parque de la Florida, frente al parlamento Vasco y pensamos ir por el paseo de la Senda, hasta las once o hasta que nos aguante el cuerpo, si nos encontramos animamos.

Estamos en otoño y de cara al invierno, si bien no han empezado las heladas. Pero por las mañanas hace frío hasta que no sale el sol. Hay además niebla cerrada y se le une la humedad reinante. Por ello, y por instinto, me he subido las solapas de la parca para abrigarme bien el cuello y…— ¡el cabrón de Ibiricu que no llega!— ¿Se habrá puesto enfermo? No creo, ya que de ser así me hubiese avisado por teléfono.
— ¡Buenos días, Andoni! Te estoy esperando desde hace rato, pero con la niebla no te había visto—Dijo burlándose, mi colega.
— ¡No seas tan cachondo! ¿No me has visto a cinco metros? Eres un informal con los horarios y una vez más llegas tarde. Como siempre…, contigo esto no tiene arreglo—Le espeté muy cabreado.
— ¡Bueno hombre que no es para tanto! Está dentro del plazode cortesía Discúlpeme su señoría—Dijo Ibiricu. —Déjate de gilipolleces y vamos a andar, que me he quedado helado ¿Qué traes en esa talega, no será el almuerzo? — Le pregunté, con sorna.
— ¡Qué más quisiéramos! La Edelmira me ha encargado que la coja castañas—Así que hoy tenemos trabajo. —Si, el de cogerlas luego en el mercado—Contesté.
—No hay que comprar nada, son éstas las que están aquí por los suelos, las de esos castaños de Indias. Hoy con el frío se habrán caído muchas y haremos la cosecha en un momento. Nos calentaremos bien los dedos—Comentó mi amigo, riendo.
—Si, para mi reuma lo mejor ¿Y para qué carajo quiere las castañas?—Le pregunté.
—Te lo contaré luego en el almuerzo. Ahora vámonos a andar porque nos quedamos tiesos. A la vuelta las cogeremos porque pesan—Me dijo Ibiricu.
Subieron por la Senda arriba y pasada La Lendakaricha Enea, se detuvieron un momento. Habían marchado a más ritmo del debido y pronto se quedaron sin resuello. La perspectiva del paseo de la Senda era muy bella. Ahora que ya está saliendo el sol y ha levantando la niebla puede divisarse, casi hasta la Florida, hasta el puente metálico del ferrocarril. El paseo está arbolado en los dos extremos por grandes ejemplares de castaños de Indias de treinta o cuarenta metros de altura. Enfrente de la clínica Álava, se dieron la vuelta y un poco antes de llagar a la cafetería Senda, donde solían almorzar, hicieron la cosecha de castañas. Había tantas que rápidamente cogieron tres o cuatro kilos, de las más grandes. Están muy hermosas y sanas, de un color castaño brillante.
Pidieron el desayuno: Andoni un café con leche y un bollo suizo, e Ibiricu unos huevos con chorizo y un vaso—palmero— de vino tinto. Es como veneno para su colesterol, pero dice que un día tiene el obrero y que hoy toca hacer un pecadillo. Y de improviso le preguntó:
—Dada tu sabiduría me parece excusado preguntarte si sabes el nombre latino del castaño de Indias—Me dijo Ibiricu, irónicamente.
—Sabes muy bien que yo de latinajos nada—Le contesté.
—Pues ya es hora de aprender. Debes saber que su nombre es aesculus hippocastanum. Aesculus quiere decir encina e hippocastanum, castaña de caballo. Antiguamente se lo daban a los animales como alimento—Me dijo el colega, muy circunspecto.
—Se los darían pero no se los comerían. Con el tanino, amargan como rayos—No hay animal que se los coma, me parece.
—Hay que endulzarlas como se hace con los altramuces— ¡Listo
que eres un listo! —
—Bueno déjate de coñas y dime para qué las quiere Edelmira. Eso es lo que me interesa—Le dije.
—Para la carcoma. No le gusta el olor de la naftalina y un puñado de castañas en cada armario hace el mismo efecto. Me aclaró por fin. Además has de saber que valen para otras cosas. Para dormir bien pongo como ejemplo—Sentenció Ibiricu.
— ¡Y un cuco que te cante! Dime pues ¿Cómo es eso? No sé si puedo creérmelo—Contesté.
—Tiene un fácil remedio llévate un puñado y haz la prueba— ¡Y a dormir como un cesto!
Sin más temas terminamos el almuerzo y “cada cual con su cada cuala”, o sea, a nuestras respectivas casas. Y sin demora me puse manos a la obra. Metí media docena de castañas en una pequeña bolsa de redecilla, de las usadas para perfumar los aseos y la puse bajo la almohada tal y como me indicó mi amigo Ibiricu. Así dormí una semana e intenté averiguar si las castañas surtían efecto. La verdad es que creí había dormido más relajado y con mayor profundidad. Y me animé por ello. A la semana siguiente decidí tomar media pastilla de ansiolítico y aunque tardé algo más en coger el sueño, una vez que me quedé dormido lo hice bien: relajado y tranquilo.
La verdad es que el invento funciona. Así que decidí insistir en ello. La siguiente semana he partido la pastilla en otra mitad, o sea que ahora estoy tomando, solamente, 0,25 miligramos. Estuve pensando mantenerme con esta medicación una semana más y luego quitar del todo el medicamento. Así lo hice y me salió muy bien.
Aún no podía creérmelo y como cada vez estaba más intrigado comencé una investigación, sobre el castaño de Indias y de sus frutos, las castañas dormilonas. Y encontré que sus tres componentes principales son las saponinas, los taninos y los flavonoides. Rechacé los dos primeros, por no hallar relación alguna con el tema, pero no fue así los flavonoides.
Encontré en varios lugares la indicación de que eran muy buenos para tratar varices, flebitis y varios problemas vasculares. Yo padezco mucho de artritis y la hinchazón de las articulaciones, de mis manos sobre todo, hace que se hinchen los vasos sanguíneos, a veces siento dolores y siempre muchas molestias. Siendo así, las castañas me están relajando y consiguen el mismo efecto que el ansiolítico.
Si éste no fuese el motivo, no encuentro otra explicación que no sea la existencia de otro principio activo, por ahora desconocido, o bien el llamado efecto placebo.
Y ésta es la cuestión.
Vitoria 21 de octubre de 2.011

2 comentarios:

  1. Esta es la versión terapéutica del castaño de Indias, que tal y como la cuentas resulta también de lo más entrañable. Y es que el castaño de Indias es un bello árbol que nos acompaña en paseos y parques; y además nos ayuda en la salud. Siempre oyendo que las castañas del castaño de Indias no servían para nada y ya ves tú.

    María Jesús

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  2. Si, María Jess; en la naturaleza es de utilidad todo. Además de ser un árbol bonito proporciona muy buena sombra, motivos más que suficientes.

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