Así
comenzó una Cuaresma
María
Jesús Mayoral Roche
-
Estoy enfermo y no puedo seguir la vida de convento.
Hace tiempo que hice esta confesión ante el Capítulo y no
mejoro. Espero que la sangría de hoy me alivie algo más. No sufro por mi
enfermedad sino por estar retirado de la vida religiosa. A veces presiento que
mi nombre pronto pasará a engrosar el obituario
Están
cantando Vísperas, desde aquí puedo escuchar las voces adormecedoras de mis
hermanos. Ellos tomarán una cena frugal: pan y algún que otro fruto. Yo, por mi
parte, con gran dolor de corazón, me veré de nuevo obligado a infringir la
regla y comeré carne. Los cánticos y las campanas abaten mi ánimo, me recuerdan
que ya no estoy con ellos, que ya no formo parte de la comunidad. Esta soledad
llega a acobardarme. Los pensamientos y el pasado avivan mi memoria, gracias a
ellos todavía vivo. Nunca hubiera imaginado que algo tan muerto como el pasado
pudiera mantener tan viva la esperanza; la esperanza, al fin y al cabo, es el
deseo más íntimo de seguir adelante.
Ahora
reconozco la pesada labor de los monjes copistas. Los huesos se entumecen y la
vista se cansa. La tinta se ha helado y mi cuerpo no siente el intenso frío.
Fray Alberto ha descubierto mi secreto; una hoja se me cayó sin darme cuenta.
En su visita a la hora de la comida la sacó enrollada de la bocamanga de su
hábito y me la tendió con sonrisa indulgente. Me avergoncé e incliné la cabeza:
no debería escribir. No hubo reproche alguno por parte del prior; comprende que
ocupe estos largos días escribiendo mis recuerdos, al fin y al cabo, son los
que me sostienen. He reconocido en la mirada de fray Alberto, mientras hojeaba
mis escritos cierto entusiasmo; sus palabras así me lo han confirmado:
- Desearía leer vuestros relatos. Esta Casa ha sido
testigo de días memorables, de emociones espirituales dignas del recuerdo. El
rey Sancho Ramírez nos trajo el Grial, nosotros fuimos elegidos para ser los
fieles guardianes de esta Santa Copa, y bueno será que se escriban los hechos
ocurridos de aquel día en que llegó a esta Cueva.
La comprensión del prior me ha emocionado: la vejez es
muy propensa a este tipo de sentimientos.
Sí, recuerdo aquellos días previos a la llegada del Grial
y me parece rescatar antiguas emociones, que si bien nunca olvidé, ahora me
hacen revivir, a pesar de que mi vida se está agotando, siento que me está
abandonando; pero antes de que esto acontezca relataré fielmente lo que mis
ojos vieron, pues fui testigo de cuanto ocurrió bajo esta Peña consagrada a San
Juan.
Este apartado y bendito lugar siempre ha estado lejos de
lo terrenal. En el transcurso de estos días lentos y grises, cuando los haces
de sol se escapan entre las rosadas nubes para dejarse caer sobre las montañas,
en ese preciso momento, me parece estar viendo el perfil de Dios.
El 9 de marzo
de 1071, siendo miércoles de ceniza y siguiendo lo que ya se había convertido
en una costumbre real, Sancho Ramírez comenzó la cuaresma en este monasterio
consagrado a San Juan.
Era una fría y nebulosa alborada
cuando se presentó un mensajero del rey a caballo. Tras la dura subida del
camino cubierto por el barro que habían dejado las aguas casi perpetuas de
aquellos días lluviosos; el caballo resolló quejosamente, mientras, el enviado,
aún jadeante, tomó aire con esfuerzo para poder articular palabra y sin pérdida
de tiempo se dirigió al abad.
- La paz hermano. El rey y su
séquito se acercan, preparadlo todo para el recibimiento.
El eco de la voz del jinete se
perdió en la inmensidad del frondoso paraje. El caballo obedeció con pereza la
orden de su amo, quien tirando de la brida con algo más de brío, le obligó a
retroceder para dar la vuelta. El abad sacó la mano de la bocamanga de su
hábito para bendecir al emisario del rey, a la vez que asentía con la cabeza.
- Así se hará. Dios os proteja y
bendiga.
Apenas se veía nada, una densa
niebla cubría las montañas y el camino. El mensajero espoleó el caballo y
desapareció entre el confuso paisaje. Todavía se oían los cascos del caballo
sobre el resbaladizo barrizal, cuando el abad empezó a hacer los preparativos
oportunos.
- Fray Bernardo, avisad al
condestable. El rey no tardará.
Un regio revuelo sacudió la paz
monacal. Bajo la peña consagrada a San Juan, más cercana a Dios que a la vida
terrenal, los monjes esperábamos con cierta impaciencia la llegada del rey de
Aragón, Sancho Ramírez..
Era la hora Prima, los monjes después de
Maitines se preparaban para el comienzo de un nuevo día. El siseo rasposo de
las ropas talares, unos pasos presurosos y las palabras quedas del abad, en
medio del silencio somnoliento de la mañana, cambiaron por un momento la
rutinaria calma del cenobio.
- ¡Vamos, vamos! Debemos estar
preparados. ¿Dónde se ha metido el condestable?
Uno de los monjes contestó al abad.
- Anda algo alterado, dice que nunca
ha tratado con un rey. Ya viene.
El abad respondió con tranquilidad.
- El trato que debe dispensarle es
el establecido, espero que no se le olvide la recitación.
El condestable estaba sumamente
inquieto, tal era para él la novedad de aquel aviso, que olvidó cubrir su
cabeza con la capucha: algo inusual en fray Benito que cumplía la regla al pie
de la letra. El abad reconoció en el flácido y lívido rostro del condestable
una alteración impropia de su cargo.
- ¡Por todos los santos! Vuestro
semblante refleja el estado de un hombre amedrentado. Dejad a un lado vuestra
tonta preocupación y pensad que el rey de Aragón y su séquito no tardarán en
llegar.
Mientras su cuerpo permanecía tan
rígido como un témpano de hielo, las palabras del condestable se apresuraban a salir
entre sus trémulos labios.
- Perdonad abad. Sí, ciertamente,
siento miedo, un miedo desconocido. Pensar que dentro de un momento estaré ante
la presencia del rey recitándole la salutación,
me llena de desasosiego.
El abad chistó al condestable.
- Silencio
hermano, ahí llegan
El rey y su séquito emergieron de entre la espesa niebla del
paraje como una aparición luminosa; llevaban sus cuerpos cubiertos con pieles
de oso para protegerse del intenso frío matinal. Ni los inmensos barrizales del
camino ni las inclemencias del tiempo pudieron detenerles. Y es que, traían
consigo una fuerza sobrenatural que les impedía desfallecer. Hasta los caballos
parecían haber olvidado el resuello del último tramo, pues en la misma entrada
a esta Santa Cueva piafaron todos al unísono, y el que portaba en su grupa el
Santo Grial, presintiendo la importancia de su carga, buscó un lugar adecuado
donde postrarse. El abad al frente de todos los monjes del monasterio salió al
encuentro de la comitiva, seguido del
condestable que se adelantó para recitar la salutación al rey y ayudarle a
descabalgar.
Sancho Ramírez saltó del caballo sin esperar a que el
condestable le brindara su ayuda. Esbozó una leve sonrisa y contestó con
sequedad a la salutación del monje:
- Dominus.
Fragmento de mi novela El Rey Batallador.
Que alegría, no sabía que habías editado. ¡Que maravilla!
ResponderEliminarBuscaré tu novela para leerla, me hace mucha ilusión !
Describes tan bien, fluido y limpio!!!!!
Un fuerte abrazo.
Si, ya tiene diez años. Gracias por tus comentarios, animan.
EliminarUn fuerte abrazo a ti también.
Dije en una ocasión que en la escalera literaria me encontraba en los peldaños más bajos. Pues bien tú estas tan arriba que casi te he perdido de vista. Me ha parecido perfecto. Un saludo
ResponderEliminarAntonio, muchas gracias por el elogio. Cuando me aplico a la escritura a veces me salen páginas como ésta.
EliminarSaludos.
Es un fragmento equilibrado y sencillo que narra una sucesión de sensaciones que a veces se superponen que no es tan sencillo de contar.
ResponderEliminarVoy a buscar tu libro.
Gracias
Vlad
Esta mañana me acordé de ti .
ResponderEliminarSi ya has escrito una novela , y esto ya ha sido hace 10 años, ¿Como no escribir otra ?
Te animo a ello M.Jesús, por varios motivos.
Algunos de ellos;
Escribes muy bien.
algún día leí que tu imaginación se dispara y se lanza a soñar con facilidad .
Y sobre todo considero que es un reto apasionante!
Puedes unir varias historias en el ( Nudo ) de la novela.
También puedes perderte en los rincones mas felices de tu interior.y caminar, escribir, dejar correr a tu imaginación y darle forma mas tarde.
Compré En un viaje a París un libro "Copiar, Crear" se refería a la pintura, puede no ser ético en literatura, pero la inspiración del artista brota de cualquier detalle......
Animo M. Jesús espero que empieces a disfrutar de esa ( obra maestra, que tienes dentro de ti)
Me gustó mucho esta novela histórica, aprendí un monto de cosas.Todos te animamos a que escribas más novelas, aunque se que ahora lo que más te llena es el blog.Además estás en contra de la explotación literaria y como no del plagio; pero aún así yo también te animo a que sigas escribiendo novelas,ensayos o lo que te salga.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado este libro que escribiste hace ya más de 10 años y que en la primera línea ya he deducido de quién se trataba porque has vivido tanto este personaje .... Me encanta. Las sensaciones que describes son fascinantes. Un saludo. A.E.X.
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