Difuntos y Ánimas
María Jesús Mayoral Roche
Tras conocer la trágica noticia de la muerte de Claudio, tu
mejor amigo, te has recluido en una casa de la Toscana. Quieres
huir del dolor, pero el dolor está dentro de ti. No tienes consuelo, los buenos
recuerdos, los ratos vividos junto a él se apoderan de ti en estos momentos y
te duelen en lo más hondo de tu ser. Cuando la muerte se lleva a un ser
querido, una parte de nosotros muere también, algo nuestro se va con él. Tu
amigo ha muerto, pero nosotros no sabemos cuánto vamos a vivir. Piensa, que los
héroes y los mitos murieron jóvenes.
Ha muerto tu primer gran valedor, tu única compañía de la
infancia. De niños, él defendía tu fragilidad frente a la cruel tiranía a la
que te sometían tus compañeros, que te despreciaban porque eras delgaducho y
pálido, porque sabían que no podías volverte contra ellos. Malo es ser débil y
mucho más parecerlo. Eras inocente, te acusaban de no hablar, de no hacer
travesuras y te llamaban cobarde. Los inteligentes no son cobardes sino
cautelosos, prudentes. Escapabas de los gritos, de los enfrentamientos, vivías
en tu mundo; ese mundo que la imaginación nos reserva ya desde niños y nos
aleja del real porque nos parece minúsculo, insignificante. Ellos no podían
comprenderte y tú, sin saberlo, eras un privilegiado en tu universo de
personajes ficticios y hazañas imaginarias.
No maldigas la vida ni la muerte, para muchos es lo mismo.
¿Cuántos muertos hay entre los vivos? ¿Cuántos después de muertos siguen
todavía vivos? El paso del tiempo, dicen, que lo borra todo; pero para los que
amamos intensamente, no habrá un día en el que no recordemos a aquellos que han
formado parte de nuestra existencia dejándonos su legado particular.
Si te sirve de consuelo: dedica tiempo a tus muertos más
queridos, coge sus fotografías y habla con ellos en tus momentos más bajos. En
mi dormitorio sobre una vieja cómoda descansa una colección de fotos en sepia
de mis antepasados, a algunos ni los conocí; pero es tanto lo que sé de ellos a
través de los relatos de mis abuelos, que los quiero casi tanto como a ellos. Porque
muchas veces no sólo quieres a los que te quieren, sino también a los que ellos
han querido. Todas las noches, antes de apagar la luz, dedico la última mirada
del día a esos retratos para pedirles que protejan mis sueños.
Claudio fue tu defensor, el que te alivio en tantas
ocasiones de una pesada carga, tu paño de lágrimas, el consuelo en tu
desolación: seguirá estando a tu lado, no lo dudes. Volverás a pedirle consejo
y razonarás de la misma forma que lo haría él, escucharás su voz.
El tiempo borra lo malo, lo desagradable, lo que no es digno
del recuerdo. Lo bueno y los buenos siempre prevalecerán, Claudio estará
siempre contigo.
Cuando frecuentaba la biblioteca del Ateneo me gustaba hacer
un alto en el trabajo, y bajar a la Cacharrería para fumar un cigarrillo frente al
retrato de Séneca, hablaba con él y me parecía sentirlo a mi lado; me volvían
al pensamiento las frases, consejos y ejemplos que tan magistralmente supo
plasmar en su obra. Si me sentía agobiada, me repetía a mí misma su lema
estoico: soporta y renuncia. Lee “La consolación a la madre Helvia”, quizás
veas las cosas de otra manera, la resignación como consuelo puede ser una pobre
solución al sufrimiento; pero siempre hay un sitio para la esperanza. La vida
sigue para los vivos, debemos continuar el camino emprendido: solos o
acompañados, tristes o felices.
Recuerda a tu amigo cuando te llevaba esa cartera con la que
tú no podías, piensa que él te seguirá ayudando. A los buenos la vida siempre
les reserva lo mejor y en la muerte, forman parte de una reserva especial que
nos protege. Tú mismo lo notarás, incluso puede que lo sientas a tu lado.
Más de una vez he sentido de cerca a alguno de los míos,
particularmente a mi abuelo paterno. Cuando era pequeña y mis padres se
ausentaban, él me cuidaba; su espíritu dormía en la planta baja de la casa y yo
en la segunda. Mis padres cerraban la puerta y yo le decía: abuelo otra vez nos
han dejado solos. Él me contestaba: no te preocupes pequeña.
Sé que estás llorando, no quiero que llores. Que no te
hieran los recuerdos, que tu garganta no se ahogue por el dolor. Claudio, ese
amigo que tuviste de niño, se ha convertido en tu madurez en el amigo
imaginario que te faltó en tu infancia. Piénsalo así.
En estos momentos me apena no estar a tu lado. No te aísles
del mundo ni te encierres en ti mismo, no se puede huir del dolor.
Un forte bacio.
Fragmento de mi libro
Cuore Ingrato (sin publicar)
María Jesús, quisiera saber a qué esperas para publicar esta bellísima novela. Puede que lo que rodea a la literatura "profesional" no te guste y te haya decepcionado pero hay otras formas de llegar a tus lectores. Publica por favor. Me entristece leer los fragmentos de tus novelas y no tener acceso al contenido completo.
ResponderEliminarBellísimo fragmento, en estas fechas me ha llegado mucho más.
Gracias
Publica
Vladimira
Pues espero la oportunidad que nadie me brinda; pero bueno... ya se verá. Se me han ido las ganas de publicar y de frecuentar el mundillo actual de la escritura. Vivo en mi mundo como siempre, me llena más. Gracias por tu comentario, siempre anima. Me conformo con este blog, no necesito más.
EliminarUn abrazo.
Pero tus lectores, yo en particular y otras personas amantes de la literatura, sí necesitamos más. El placer de leer una de tus novelas entera y no tenernos que conformar con los fragmentos.
EliminarUn abrazo
Hola María Jesús, tiene razón Vlad, deberías publicar.
EliminarTe dejo un enlace a ver si te interesa...un saludo.
http://www.bubok.es/
Ángel
Tomo nota. Muchas gracias, Ángel.
ResponderEliminarUn abrazo.