miércoles, 13 de noviembre de 2013


Recordando a Albert Camus, Combat

María Jesús Mayoral Roche
 

     El pasado 7 de noviembre se cumplieron cien años del nacimiento de Albert Camus, escritor y hombre comprometido con la época que le tocó vivir. Hace tiempo que retiré del estante de la librería El Extranjero, tuve que hacerlo. No sé por qué estaba enganchada a esa lectura, en cualquier momento me sentía atraída a coger el librito y releerlo, sin dejarlo y hasta el final; el efecto seguía siendo el mismo, no me dejaba indiferente aun sabiendo lo que iba a pasar. Verlo en el estantería suponía un reto, me decía: voy a leerlo a ver cómo me deja esta vez el estado de ánimo. Reconozco que había cierto masoquismo en este desafío, pero creo que necesitaba el impacto de esa lectura. Si el inicio era y es frío como un témpano, el resto no sabría calificarlo. Esa escritura concisa que te araña en cada línea y resumir el pensamiento del protagonista en una simple frase cargada de pesimismo y desesperanza; estas formas, me han hecho una admiradora incondicional de este escritor, periodista y filósofo. Y después de tantas lecturas, me atrevo a decir que El Extranjero es una novela que nunca quedará desfasada con el paso del tiempo, porque la naturaleza de su protagonista la ha hecho ya inmortal.
Tengo que aclarar que me tocó vivir aquella época en la que los existencialistas estaban de moda. Leer El Extranjero con dieciocho años -con los dieciocho años de hace treinta y cuatro- era una temeridad a los ojos de algunos profesores. No teníamos edad -eso nos decían. Pero el mayor peligro de aquella lectura era entenderla; comprenderla suponía una sacudida mental, suponía el descubrimiento existencial y su carga. Y descubrir la existencia en la edad de la inmortalidad creaba malestar, era como un revulsivo. Sin embargo si le pidiésemos la opinión de esta novela a un joven de nuestros días, quizá nos sentiríamos extrañados de su respuesta. Porque el perfil de un asesino como Meursault, el protagonista de una novela de hace setenta años, es totalmente actual.
Si tuviera que elegir entre toda la obra de Camus me quedaría con “El hombre rebelde” y “El primer hombre”, con sus reflexiones; esas reflexiones que a veces me han dejado paralizada, que me impiden seguir adelante en la lectura porque me obligan pensar. Y es que Camus más que hábil a la hora de analizar o argumentar es contundente, y lo hace con el peso de una verdad desnuda: ésta es su fuerza. Estamos hablando de literatura comprometida y en esto Camus ha sido uno de sus máximos exponentes, y lo es porque además de su compromiso tenía algo más, autoridad moral. Hubo otros escritores comprometidos; pero sin coherencia, vendidos a la moda del momento y sobre todo a sus mentiras.
 Hoy en día estamos faltos de pensadores, analistas y periodistas comprometidos. Pero la triste realidad me lleva a decir que nadie les haría sitio en la sociedad actual, donde escritores y periodistas se venden al mejor postor; donde los pensadores han quedado reducidos a analizar y enjuiciar conductas. Ninguno de estos se atreven a levantar el dedo acusador, ninguno se atreve a señalar: quieren llenarse los bolsillos y eso sólo consigue siendo políticamente correcto. Pero esto tampoco es una novedad. Moral y Política de Albert Camus es una recopilación de los artículos que escribió para el periódico Combat, un testimonio de los años críticos de la vida pública francesa (1944-1949). En este punto diré que la historia parece complacerse en repetirse de nuevo. Esto decía Camus en su artículo “Crítica de la nueva prensa”:
Sabíamos por experiencia que la prensa de preguerra había perdido sus principios y su moral. El afán de dinero y la indiferencia por las cosas nobles había actuado al mismo tiempo para dar a Francia una prensa que, con raras excepciones, no tenía otro propósito que acrecentar el poder de algunos, ni otro efecto que envilecer la moral de todos. No le fue, pues difícil a esta prensa convertirse desde 1940 a 1944 en la vergüenza de este país.
En su artículo “El no creyente y los cristianos”, decía así:
Hay en primer lugar, un fariseísmo laico al cual trataré de no ceder. Llamo fariseo laico a quien finge creer que el cristianismo es cosa fácil y aparenta exigir del cristiano, en nombre de un cristianismo visto desde afuera, más de lo que se exige a sí mismo. Creo efectivamente, que el cristianismo tiene muchas obligaciones, pero no corresponde a quien las rechaza recordárselas al que las acepta.
Han pasado casi setenta años desde que Camus escribiera esto, y me pregunto leyendo estos párrafos, cuánto hemos avanzado desde entonces. ¿Nada? Sin embargo Camus tuvo su espacio en su tiempo; si le hubiese tocado vivir ahora me pregunto también si le hubiesen dejado ocupar una tribuna o más bien habría sucumbido bajo la globalización: ese azote que reduce pensamientos y devora pensadores.

4 comentarios:

  1. No he leído la obra de Camus, pero en relación con su faceta de periodista, que tu comentas, posiblemente si le hubiera tocado vivir en esta época, sí habría sucumbido a los "encantos" de la prensa fácil, digamos que por exigencias del guión, en este caso porque o vendes periódicos o te apartan de la profesión, cuanto más sensacionalista es un periódico más aceptación tiene. Por desgracia, aquí en España, los periodistas están sustituyendo a los jueces y ya no sólo dan la noticia sino que con sus opiniones tratan de infundirte amor / odio a aquel o aquello que ellos pretenden que ames u odies, pero siempre buscando el extremo, no hay término medio.

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  2. En este pais los buenos pensadores no tienen lugar, tienes razon.Hoy en dia si expresas tu opinion poniendo en entredicho al sistema te señalan con el dedo, un pais se supone democrata.Felicidades Maria Jesus

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  3. Cada vez que leo este artículo mas me
    dice.
    Es totalmente valido para nosotros hoy.
    Felicidades M.Jesus

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    1. Camus es un escritor de peso, según mi clasificación particular. Cuanto dice y cómo lo dice, impacta. Incluso ahora. Ignoro si la gente joven sentirá lo mismo. Aunque me temo que Camus no entrará en sus gustos.

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