De la pasión y
la mentira
María Jesús
Mayoral Roche
Nápoles, 11 de septiembre de 1995
Caro Fabio:
Hoy estoy triste, echo
algo en falta y no sé… Me siento descolocada, algunas veces me pasa y suele ser
cuando me asalta la duda, cuando algo me dice que la vida está pasando y no la
siento, cuando pienso que llego tarde, que voy retrasada, que no puedo
recuperar el tiempo y el que tengo se me está escapando.
Sigue leyendo por
favor, sé que te amedrenta esta clase de discurso. No te culpo, cuando pienso
en voz alta aterrorizo a los de mi alrededor. Parece ser que el abatimiento no
se hizo para mí. No te imagino con depresión, me decían mis compañeros de
trabajo. Nadie está libre de nada.
Ayer me llamó por
teléfono un gran amigo, un espía que siempre me localiza e irrumpe en mi vida
cuando le parece, un hombre que me enseñó a crecer y que se maneja
magistralmente en el arte de algo que odio con todas mis fuerzas: la mentira.
Reconozco que fue uno de los periodos más interesantes de mis años vividos en
Madrid. Le transmití estos mismos pensamientos. Pues bien, curándose en salud,
me recomendó que viviera una pasión. No me atreví a desvelarle mi opinión a
este respecto, hubiese sido cruel por mi parte. Es curioso que hagan
recomendaciones de este tipo los desafortunados en el amor, precisamente él,
que consumó su única pasión en plena juventud sin más sentido que el de la
inconsciencia: cuando la pasión perdura gracias a la fuerza de la costumbre es
que se ha quedado en un recuerdo. Esa es la pasión de mi amigo: un recuerdo,
una fotografía.
Fabio, nadie está
dispuesto a vivir su gran pasión, nadie quiere arriesgar: saben que la pasión
muere o acaba matando. Sí, reconozco que tú fuiste mi pasión y que fue sublime:
cuando conoces lo sublime no te conformas con menos. Nadie me alcanza, ni
siquiera pueden seguirme, soy libre. Un águila: así me definiste una vez.
Me encuentro en uno
de esos cruces trascendentales, tengo que seguir adelante con mi novela y ni
siquiera sé por dónde empezar. Siendo una vividora me siento morir. Deseo tocar
fondo, necesito increparme y decirme: no eres capaz, no lo lograrás. El trance
literario siempre se desata en mí de esta forma, a veces resulta doloroso: es
algo que crece en el interior y no puedes detener sintiendo que te desborda.
Las ruinas de Pompeya han sido desde que
las visité mi gran pasión y ahora me están matando. ¿Comprendes ahora lo de
atreverse a vivir una pasión? Llueve, no cesa de llover. Mis amigos se ríen
cuando digo que la lluvia ha marcado los momentos más importantes de mi vida,
no deja de ser una casualidad. Quizá sea este el momento, ese momento que llevo
esperando y hace que me sienta rezagada porque es él el que me está esperando.
El tiempo pasa, los pensamientos se suceden y llegaré como sea. No puedo
detener nada, no puedo volver atrás: el futuro es lo único que importa, me está
esperando. Cuando llego a este punto de no retorno, pienso que sería mejor
engañarme, justificarme; sin embargo no puedo, es tal la fuerza que me arrastra
a la verdad, que aunque quisiera mentirme no podría, no sabría. La verdad, esa
verdad que nadie quiere oír, esa verdad que aleja a los amigos, a los amantes;
esa claridad que no contempla el ser humano cuando es arrastrado por la
ignorancia y busca consuelo en la infelicidad de los demás hasta llegar a esa
conformidad de masa que tanto gusta en estos tiempos. La pasión es la ejecución
del sentir de uno mismo, de su verdad más íntima. ¿Comprendes ahora... el miedo
de vivir una pasión?
Esta noche, me confortaré repasando mis
vivencias y pensaré: todo lo que te rodea es mentira, vive tu verdad. Mañana
cuando despierte será un gran día porque seguiré luchando, arañando la vida y
dando lo mejor de mí.
Baci.
¡Qué tendrán los italianos... para gustar tanto!
ResponderEliminarL.
Voy a poner un ejemplo muy gráfico de cómo son los italianos. Me encontraba en Siracusa en medio de una explanada llena de autobuses, fui a la taquilla y estaba cerrada. Le pegunté a un señor que estaba esperando:
ResponderEliminar- Querría ir a Noto y...
Me contesta encantadoramente:
-¿Conmigo?
Nos echamos a reir los dos y me dice:
-Los billetes se sacan en el bar y el autobús que va a Noto es ése.
Lo miro y estaba ya maniobrando para salir. El señor me indica que que vaya rápidamente a sacar los billetes, se pone delante del autobús obligando al conductor a parar y a decirle amablemente que me espere. Por supuesto pude subirme al autobús.
Así son los italianos y como esta anécdota podría contar...
Como no enamorarse.........
ResponderEliminarTengo antepasados italianos, soy la cuarta generación.
Una mañana apareció mi suegro con un libro para mi.
Me lo dio diciendo q esa era mi historia.
Rasgue su envoltorio y leí.
Romeo y Julieta
Despues de varios años , el nos había comprendido.
Escribe, publica...
ResponderEliminarTienes mucho q decir.
La tristeza es , a veces, la falta de una etapa en nuestra vida.
Algo q queremos vivir y, y no hemos vivido.
Escribe, publica.
Revisa q es lo q buscas y ve a por ello.
Que te ha quedado a medias?
Ve a por ello.
Gracias por tus comentarios, Cristina. Tienes razón.
Eliminar