POSTALES CON RECUERDOS
Por María Jesús Mayoral Roche
CATANIA
Con el clásico calor sofocante del mes de julio me fui de viaje. El avión
iniciaba su descenso y en cuanto vi el negro resplandor del Etna extendiendo su
manto sobre los dorados rastrojos de la tierra siciliana, supuse que el
aterrizaje en Catania iba a ser inmediato. Ya instalada en la coqueta
habitación de un hotel que en otro tiempo fue palacio, abrí los batientes del
balcón para presenciar la caída de los rayos de sol sobre los tejados de la
ciudad. Sin imaginarlo, me encontré como telón de fondo con la oscura silueta
del volcán coronado con una tenue nubecilla que, revestido de la luz magenta
del atardecer, parecía erigirse como un anciano rey que guarda el fuego. Era el
día del Carmen, entrada ya la noche, algunos de los pueblos asentados en la
ladera del volcán celebraban su festividad con fuegos artificiales, salpicando
su inmensa oscuridad lávica con tímidos destellos de colores. Un espectáculo
natural de estas características no se ve todos los días y consciente de ello,
lo bendije sintiéndolo como un privilegio que me ofrecía la vida.
En estos momentos me conformo con rescatar mis tardes en la plaza del Duomo
de Catania -consagrado por supuesto a Santa Ágata-, un espectáculo algo más
cotidiano. Frente a su fachada, uno elige asiento en la terraza de la cafetería
que hay junto O Liotru (Fuente del
Elefante), pide una granità alla mandorla
con gelsi (granizada de almendra y moras) y se queda expectante. Déjale
hacer el resto a tus ojos.
Placido paisaje por el que discurren mis ojos linea tras linea.
ResponderEliminarMe acostaré y Catania se dormirá conmigo en mi pensamiento.
Gracias M. Jesús.
Como se nota que disfrutas de tus viajes y nos haces disfrutar contigo.Esta postal transmite paz, me encanta.Un saludo de tu fiel seguidora.
ResponderEliminarGracias, por no perderte una de mis entradas.
Eliminar