jueves, 3 de enero de 2013

EL CUENTACUENTOS DE LA ABUELA
 María Jesús Mayoral Roche


Los últimos rayos de sol teñían las nubes de rosa y violeta; la desgajada luna en creciente comenzaba a columpiarse en el cielo y la primavera rompía el silencio invernal de los atardeceres: los manantiales canturreaban, los pajarillos entonaban los trinos de retirada a sus nidos, y el suave viento despertaba con mimo los primeros brotes de las ramas de los árboles.
En el valle, el deshielo dejaba brillantes los tejados de pizarra; las casitas tiraban serpentinas de humo y las luces del pueblo salpicaban como confetis luminosos la falda de la montaña. Como si se tratase de un truco de magia, Anita, una tarde más, contemplaba tras los visillos el paso que media entre la luz y la oscuridad. Se sentó en su sillita y sacó del pupitre unos cuadernillos para colorearlos.

            Guau movió el rabo y se acercó a la niña para olisquearle los zapatos, posó su gran cabeza sobre el pupitre y empezó a morder los lápices de colores.
            - ¡Guau, no me tires las pinturas! –le advirtió Anita.
            Guau tiró la caja de pinturas al suelo empujándola con el hocico.
- No voy a jugar contigo.
La Abuela, sentada en su sillón junto a la chimenea, observaba a su nieta. El gran mastín de los Pirineos dio media vuelta, sacudió el rabo y barrió con él todos los cuadernos del pupitre. Anita  protestó:
- Ahora me enfado contigo. Eres un perro desobediente. Eso me dice mamá cuando no le hago caso.
Guau sabía que aquellas palabras iban dirigidas a él, pero le daba igual; se tendió a los pies de la abuela, bostezó y cerró los ojos hasta caer en el placentero sueño que le producían las caricias de su dueña.
- Este perro tiene mucha cara, me tira todo y luego lo tengo que recoger. Abuela, ¿hoy toca cuentacuentos?
- Es tarde. Pronto vendrán tus padres. Cuéntame tú algo –contestó la Abuela.
Anita cogió un cojín y se acomodó en la alfombra.
- Alberto, el niño nuevo que ha venido a la escuela, dice que no le gusta el pueblo, que se aburre muchísimo. También dice que aquí no hay piscinas de pelotas, ni castillos hinchables, ni bolera, ni lugares donde comer hamburguesas.
La abuela le preguntó:
-  Y a ti, ¿te gusta vivir aquí?
- Me gusta hacer muñecos de nieve, tocar el agua de la fuente, jugar en la plaza...
- Creo que deberías invitar a tu amigo a merendar. Le gustará conocer algo sobre este Valle. ¿Sabes por qué las chimeneas del pueblo están coronadas con espantabrujas?
-  No sé. ¿Por qué? Abuela, dímelo tú.
- Esa historia te la contaré cuando vengas con él. También os presentaré a Azulenca.
-¿Quién es Azulenca, Abuela?


Fragmento de mi cuento infantil Azulenca (Sin publicar).

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