martes, 26 de marzo de 2013


Manolas, peinetas y mantillas
 


  
Llega Semana Santa y entre los capirotes avistamos las tejas y mantillas de las manolas procesionales. La Misa de Entronización del Papa también nos dejó las imágenes de testas coronadas con mantilla. Doña Letizia, una vez más, se quedó por debajo de sus posibilidades. Una Princesa de Asturias en Roma debería haberse dejado ver de otra manera. Esas medias claras que llevaba, esa mantillita de nada, ese vestido, traje o lo que fuera… Cuando la mantilla se impone hay que lucirla a cuerpo gentil: la protagonista es la mantilla, faltaría más. Pero que la mantilla sea la protagonista no obliga a vestirse ranciamente, como lo hace nuestra princesa. Y es que la tradición es la tradición y esto significa que si lo rancio no va, lo fashion queda abolido.

Seguidamente pasaré a remontarme a su uso y me explicaré mejor. La tradición de la mantilla en España podría catalogarse como de remota, puesto que las damas ibéricas ya la usaban. Eso he leído por ahí, pero yo no me atrevería a datarla tan atrás; una cosa es un manto fino y otra cosa es la mantilla. Sin embargo fue Carlos III quien la rescató en Nápoles y la volvió a poner de moda en la corte española. Hay que reconocer que la mantilla negra no favorece a casi ninguna mujer. El color negro resta mucha luz al rostro, exige un maquillaje especial y ante todo hay que ser guapa para que favorezca; también es determinante el factor juventud. Otro requisito indispensable para lucir bien la mantilla es ser española; las extranjeras nunca le dan gracia a la mantilla, ni siquiera Grace Kelly o la Jacquie Kennedy en toda su elegancia supieron lucirla como es debido. Y es que las españolas tenemos gracia y donaire para lucir esta prendas. Sin embargo cuando una mujer se cubre con mantilla, debe hacerlo reglamentariamente y con buen gusto. Y ahora viene el ejemplo de no lucimiento por excelencia de la mantilla española. En este punto siento decir que nuestra Reina Doña Sofía nos ha hecho un flaco un servicio. Nuestra Reina incumple todas las normas de buen gusto y lucimiento de la mantilla española; es de todo punto peripatético lucir una teja y mantilla con media melena. Viéndola así, cuántas veces me he dicho: ¡Qué pena de cabeza! Si una mujer no se ve favorecida con el pelo recogido y tirante, mejor dejar la mantilla en el  cajón y optar por otra modalidad. Por otra parte hay que elegir colores para los vestidos que van con mantilla, digo colores: los colorines y colorachos no son elegantes.

Protocolo del vestido de la manola elegante y reglamentaria. Ir reglamentariamente significa llevar el pelo recogido sin flequillos, sin greñas ni guedejas, lucir una teja con arreglo a la estatura y prenderse la mantilla con gracia. Ir reglamentariamente significa enfundarse en un vestido negro de manga francesa con un largo hasta la media pierna, el cuello debe ser barco o a caja; en este punto absténganse los escotazos y exhibiciones del canalillo. Ir reglamentariamente significa llevar medias color humo o como decían antiguamente, misterio; el zapato debe ser escotado y de medio tacón, en este punto conviene no subirse a andamios y plataformas, tampoco se admite el zapato destalonado. Para ir elegante, además, se precisa el uso de guantes blancos, un pasador de aguja con brillantes para recoger la mantilla en la nuca, en defecto de una joya de familia también sirve uno de estrás. De ir con moño o postizo, conviene que no sea abultado, resultaría totalmente antiestético. Una flor tampoco va mal al vestido, le da un punto de luz. Dependiendo de modas y ceremonias, una flor discreta en la cabeza también puede dar un toque de distinción. Este punto lo domina divinamente la Duquesa de Alba, también la de Feria. Un detalle goyesco con gracia también le daría su punto. En cuestión de prendidos y tocados es conveniente asesorarse; estos detalles usados con acierto resultan elegantes, de lo contario puede resultar ridículo.
Pero no sólo lucen la mantilla las manolas en las procesiones de Semana Santa, también se lucen en las bodas y en los toros. Ahí el protocolo se puede hacer algo más flexible, pero tanto el color de la mantilla como el del vestido tienen que ir a tono. Voy a dar una opinión estrictamente personal. La mantilla es apropiada e ideal para las mujeres dotadas por la Naturaleza de una belleza meridional fresca y lozana, me estoy remitiendo a los cuadros pintados por Julio Romero de Torres; su canción lo expresa muy bien. Por eso, vuelvo a lo mismo, las extranjeras nunca dignificaron nuestra mantilla. No hay nada más ridículo que la cabeza de una americana pinchada con una teja y una mantilla, son cabezas estáticas, sin naturalidad; y una cabeza cubierta con blonda o chantilly debe estar erguida pero sin perder la gracia natural. Y cuando se dice gracia, se está hablando de la mujer española.
Una vez más quiero dar mi agradecimiento a la familia Roche por dejarme las fotografías de su archivo familiar. Como ya he comentado en alguna otra ocasión, las mujeres de esta familia son un modelo a seguir a la hora de elegir y saber vestirse para las solemnidades religiosas.

4 comentarios:

  1. Esta abanderanda tan flamenca es mi madre.

    María Jesús Mayoral Roche.

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  2. ole, ole y ole por esta manola tan guapa que rubrica tu excelente crónica, Un Beso muy Gordo, para las dos !! cb de mu

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  3. Me ha encantado el artículo
    He de añadir que no en toda España saben colocarte la mantilla bien.
    L a he llevado dos veces.
    1ª en Jerez, allí me la colocaron maravillosamente, como si no tuviera nada sobre la cabeza , aguantó sobre mi cabeza horas y horas perfectamente.
    2ª En Oviedo, ¡Para qué las prisas!!! ?¿ç
    Nada que ver.
    Me encanta la mantilla, ella es la protagonista estoy de acuerdo,
    Es Española y nuestra y dignifica el acto en el que se lleva.
    En Semana Santa para acompañar el luto.
    En las bodas para acompañar a la novia , que es la protagonista y bella por excelencia.

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    1. Sí, en lo de la colocación de la mantilla hay un hábito y una costumbre y en el sur están más habituados a ella. Gracias por tu comentario.


      María Jesús

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