lunes, 12 de diciembre de 2016



Mi Paco, Francisco Umbral
María Jesús Mayoral Roche



Nunca he sido seguidora de nadie, quiero decir de gente relevante en  el panorama de las artes o de la farándula. Sin embargo, debo confesar, que hubo un escritor por el que dejaba todo y allá donde él iba, yo me presentaba: mi Paco, Francisco Umbral. Era mi época de tardes en la biblioteca del Ateneo; bien escribiendo o recopilando información. Era mi compañero de trabajo, que por aquel se estaba preparando oposiciones, sentado no muy lejos de mí, Jose, el que venía a decirme sigilosamente: está Umbral en el Palace, está Umbral en la Fnac, está Umbral en el Thyssen... Y yo abandonaba todo, y Jose me seguía: para él cualquier excusa era buena para abandonar el tedio del opositor. 
         De siempre había sido admiradora de Umbral, desde los tiempos en que Paco iba a comprar el pan y escribía en El País; más tarde se pasaría a El Mundo. Y es que a Paco le gustaba el dinero y el dinero no era cuestión de ideología, por eso se fue de El País. Yo siempre que cogía El Mundo lo empezaba por el final, por la columna de Paco. Su acidez, su mordacidad y su mala leche me arrancaba la sonrisa y a veces la carcajada. En aquellas líneas, el subconsciente de Paco se desataba en tinta, le costaba poco escribirlas porque para él era como pensar en voz alta. Echo de menos al Umbral articulista, nadie lo ha reemplazado, al menos en mi caso su vacío no lo ha llenado nadie. Pero hay una afición que tenía Umbral y que se ha perdido, quizá algunos la desconozcan y otros la hayan olvidado. Umbral era inventor de palabras, amaba la lengua viva y además las recopilaba en diccionarios célebres como su Diccionario Cheli, castizo él a la hora de expresarse así como extravagante en sus declaraciones; a veces se desbordaba verbalmente, pero que nadie se engañe pensando que era un hombre primario a la hora de dar respuestas. Umbral era muy cerebral y teatralmente excéntrico, quiero decir que se lo hacía. Quizá estos dos rasgos de su carácter no gusten, de hecho no era un personaje amable de cara al público. Pero la frialdad suele esconder fuego, pasión y a veces debilidad, sensibilidad. Y esa puesta en escena era ficción, no olvidemos que había mamado mucho de Quevedo, de Larra y de Valle-Inclán. Tres elementos que se las traían literariamente, rebeldes, extravagantes, resentidos, excéntricos, presumidos, exagerados, mordaces... y para ellos era fácil hacer de la palabra un dardo. Y esa frialdad de Umbral era la forma de marcar la distancia, una barrera protectora para no ser agredido por la zafiedad de la incultura. De hecho los periodistas le temían. Recuerdo que los del equipo de Caiga quien Caiga lo abordaron en una ocasión y no se fueron de vacío, apenas les dio explicaciones y se los quito de en medio lanzándoles un zarpazo indiferente. 

         Yo seguía a Paco, y en una ocasión hasta pude hablar con él y con su mujer, España, así se llamaba. No deja de ser pintoresco este nombre y más cuando él le decía: España, ¡vámonos! Francisco y España, eran una pareja perfecta; ella me impresionó y se notaba la admiración que sentía por él. Pero la tarde más memorable y en la que más me reí, fue en la presentación de un libro en la Fnac que había escrito y dedicado a su obra un periodista de El País. Paco, que era vanidoso en extremo, se desató; por supuesto luciendo su bufanda roja y portando un gin-tonic en mano. Y es que cuando a Umbral le dejaban espacio se lucía, se sentía en su medio y si además el público era joven, se desmarcaba por completo. Tras las alabanzas a Umbral y a su obra, Paco tomó la palabra y cada vez que sacaba un papel doblado del bolsillo, así como haciendo magia, la cosa se ponía interesante. Con su característica voz engolada dijo, mejor dicho, se definió como inventor de palabras y refranes; la emprendió con los políticos, con las ideologías, con los homosexuales, con los cabrones, con los cornudos, con las putas, con las castas y con el sexo en general... Hubo para todos y nos reímos... Estuvo brutal y serio, sin mover un músculo de la cara, tan sólo al final, en la comisura de los labios y en la mirada de soslayo, que escondía los gruesos cristales de sus gafas, podía adivinarse que estaba disfrutando. Y dio en el clavo en todo, con cinismo; siempre he pensado que para ser cínico hay que tener clase. Y lo que más adoraba de mi Paco, además de su brutal sinceridad era su seriedad, hasta bromeando era serio. Era un escritor con  muchos registros, un hombre con muchas caras y para él no era lo mismo la presentación de una de sus novelas en el Palace, que la presentación del libro de un amigo en la Fnac. Su estilismo también cambiaba, para el Palace se ponía dandi, luciendo chaleco de gala pero discreto; en la Fnac se decantaba por un estilismo bohemio, chaqueta sport y su característica bufanda roja.
         Muchos han calificado y lo tienen a Umbral en la lista de maleducados.  Quizá fuera maleducado pero no era un patán, era un hombre elegante, sincero, serio y literariamente daba la talla sobradamente. No soy indulgente con esa sincera brutalidad o sinceridad característica de Umbral; perdono todo cuando me venden ideas o pensamientos de los que me aprovecho y me sirven en la vida. Por otra parte prefiero la brutalidad de la verdad, de la realidad, a la falsa apariencia de las exquisitas formas que no aportan nada, se repiten o se diluyen para no comprometerse. Llegados a este punto hay que resaltar su pasado, su nacimiento: fue hijo de madre soltera y esto marcó su vida. Pienso que la fría relación con su madre, empeñada en esconderlo, en apartarlo de su vida, le predispuso a una cierta misoginia o tal vez mucha misoginia. Lo que más valoraba Paco de las mujeres era su dotación de la madre naturaleza, de hecho se deshacía en elogios a la hora de hablar de los atributos de las señoras, le gustaban las mujeres deshinibidas; sin embargo pocas veces les dedicó elogios en el plano cultural: Paco pertenecía a un mundo de hombres escritores, tendencia social de su generación.
         Hay otro hecho que marcó su vida y su obra: la muerte de su hijo. De esta tragedia nació Mortal y Rosa, o lo que yo llamo la inmortalidad lírica de su prosa a base de dolor, una bellísima elegía en la que Umbral canaliza toda su amargura y da lo mejor de sí mismo. No, no tuvo una vida fácil y no nos puede sorprender que su frustración explotara de alguna manera a lo largo de su obra, porque Umbral era un gran creador y un erudito. Todo este sobrepeso existencial le confirió un carácter particular: necesitaba demostrar que era el mejor, destacar que él había salido de la nada, que se había hecho a sí mismo. Quizá por este motivo se erigió en un antagonista allá donde iba, crear controversia en cuanto escribía era lo suyo; pero hay que reconocer que fue un personaje mediático en el panorama social y cultural. Y Esto también le pasó factura: no obtuvo el debido reconocimiento, nunca obtuvo sillón en la RAE y se lo merecía más que otros, los premios siempre le llegaron tarde y muchos reconocimientos se quedaron por el camino. En sus últimos tiempos tuvo problemas incluso para publicar porque no daba el número de ventas que le exigían, no es que Umbral entrara en decadencia o que hubiese perdido lucidez: el problema era y es que la literatura empezaba a no vender, sencillamente.
 Sus últimas columnas en El Mundo, Paco dejaba entrever su final, su muerte, la visión de moscas negras... A veces volvía la luz de la mejoría y con ella el esfuerzo de estar al pie del cañón hasta el final.
 Un escritor se debe al tiempo que le toca vivir, dejar constancia con su obra de esa época. Y es una lástima que Umbral no esté viviendo esta etapa política, porque se le ocurrirían palabras y le darían igual las críticas. 
 Y yo por mi parte, esa parte de Azulenca que me brota cuando veo el telediario, también se me ocurren algunas palabras... Viendo la talla política que hemos alcanzado, tendríamos que hablar de nanocracia, cleptocracia, siniestracracia, micropoliticos, megacacos, discurseemos, podeirritemos, Sorayaplus, Lola  I +D, Montorete y Guindillete, Cataluñaburgo, ciudananos, presialdente, trampantoja, duques y empalmes, barcenotesorero, gibarinación, animalicidas, okupadores, deshauciadores, socialdestro, nenacarmena...
         La Navidad está a la vuelta de la esquina y a los que os guste leer, os recomendaría que rescataseis alguna novela de Umbral para leer en estos días. De paso, aprovecho la ocasión para desearos Felices Fiestas y desearos lo mejor para el 2017.

2 comentarios:

  1. Era genial. ¿Y cuándo se refería a José Hierro como esa cabeza prusiana?

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  2. ¿maleducado? ¡y que! nos hace falta gente así en esta sociedad adormecida y seguidora de lo políticamente correcto hasta el ridículo. Lo importante era lo que decía, las ideas que trasmitía. bien por Paco y bien por MJ Mayoral por traerlo a mi mente.

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